martes, 31 de julio de 2007













La urraca y los ufos

El gran negocio para la urraca era promover en Buenos Aires el turismo de los fenómenos paranormales y místicos en Capilla del Monte, en la provincia de Córdoba, en el centro de Argentina. Apenas consiguió el crédito que le concedió el Banco del Hornero, viajó a la zona y alquiló un terreno con arbustos donde establecer su base de operaciones, más todas las comodidades para instalar un camping, eficaz método hotelero para disfrutar de la montaña y los misterios del cielo durante un fin de semana. Por esos días también se puso en contacto con Sabio Felpa, un ufólogo de fama, para que le vendiera algo de información al respecto. El experto en el fenómeno OVNI le dio una gran mano y la llenó de libros, conferencias, reportajes, fotos, películas, testimonios de encuentros cercanos del primer tipo, del segundo tipo y del tercer tipo en tal abundancia que la urraca no tuvo más remedio que volver a pagarle para que parara un poco la mano.

El segundo paso de la empresaria que se dedicaría a hacer plata yendo más allá de la tercera dimensión fue conectarse con las agencias de turismo. A varias les propuso una comisión de una dimensión poco conocida y las agencias agarraron viaje, Ya estaba todo arreglado con las captadoras de los potenciales clientes, sólo faltaba redondear el producto, darle ese atractivo magnetismo que lo volviera irresistible.

El cuarto vuelo de la urraca emprendedora lo dirigió hacia la Universidad de Córdoba, a la cátedra de meteorología. Allí tenía que conseguir que todos los fines de semana algunos jóvenes estudiantes se acercaran hasta los cerros de la zona y lanzaran al espacio globos aerostáticos con fines meteorológicos. Los clientes tenían que ver algo, condición sine qua nom para que la fórmula turismo + ovnis funcionara.

El quinto paso la urraca lo dio in situ. Ella fue a buscar al aeropuerto de Pajas Blancas los primeros turistas incautos y los llevó hasta el camping donde fueron recibidos con oraciones, vino y empanadas. Las oraciones elevadas hacia el cielo fueron de suma importancia, crearon un espíritu propicio para los insondables misterios del universo. Al llegar la noche se distribuyeron mantas y abrigos para contemplar el Cerro Uritorco. Un silencio nuevo los llenó de paz. Desde una de las quebradas del cerro apareció una luz totalmente desconocida que velozmente avanzó hacia todo el grupo que estaba meditando y los alumbró de tal forma que tuvieron que cerrar los ojos. Todos volaron.

Desde aquel día nunca más se supo de ninguno de ellos. Las autoridades policiales, aeronáuticas y universitarias todavía no han logrado resolver el caso que titularon Urraca. Las agencias de turismo se vieron involucradas en un serio problema cuando los parientes de las víctimas reclamaron las indemnizaciones correspondientes. La noticia sólo tuvo difusión en Córdoba. En Buenos Aires esa tarde, después de casi un siglo, había nevado y sólo se hablaba de la nieve.

Moraleja: la realidad es como un espejo, no se hace responsable de lo que refleja.












La víbora y la vicuña

Así como es casi imposible pensar en un mundo razonable sin leones, también es inconcebible un cosmos sin la absurda presencia de un huevo. No es que la figura melenuda del león sea la que más represente un mundo racional o en actitud de discurso, ni que lo ovoide de todo huevo se ajuste a la intuición o conocimiento más o menos inmediato. Clarice Lispector, humana y brasileña, decía que solamente ve el huevo quien ya lo ha visto. Con el racionalismo y las víboras sucede algo parecido.

Una víbora que había declarado estar desempleada para poder cobrar el seguro social, descubrió que podía darse una gran vida dedicándose a la magia. Con tranquilidad se dedicó a crear su propia ficción en un truco que consistía en hacer desaparecer un huevo posándose arriba de él; a esta rutina ella la tituló Paciencia. Cuando le preguntaban donde estaba el secreto, la víbora sin decir nada, cobraba y volvía a repetir la prueba sin explicarla.

Una vicuña interesada en ganar dinero, estudió noche y día la estrategia de la maga y el huevo. Después de haber roto unos cuantos huevos, se dio por vencida y se acercó hasta la víbora para comprarle el secreto; lana no le faltaba. Como el oficio estaba haciendo muy buen dinero con su número de magia, no le quiso vender su Paciencia por ningún número. La porfiada vicuña se propuso averiguarlo y se escondió detrás de unos matorrales para estudiar cada movimiento de la culebra. Fue así como descubrió que la víbora trabajaba al revés, lo que uno veía como su cabeza, era en realidad su cola disfrazada de cabeza, esa era la clave de la Paciencia. La vicuña quedó fascinada y en vez de mandarse a mudar quiso aprender más. Estaba en esa etapa de investigaciones mágicas cuando desde la silenciosa sombra apareció un león y se la devoró; la presa tenía un delicioso gusto a virtud. El rey de la selva después de cenar siempre iba al río a tomar agua y a lavarse la dentadura. Esa tarde cuidaría su higiene bucal con un nuevo y mágico producto que su dentista le había vendido: paCienSol. El dichoso león se estaba lavando los dientes con más paciencia que nunca cuando lo agarraron in fraganti para trabajar en un circo.

Moraleja: ni la paciencia sabe para quien mastica.


WOMBAT

Wenceslao, el wombat de Wellintong, wagneriano y amante
de Whitman, winer de waterpolo,tuvo su Waterloo en el weekend por culpa de un worm en la web, en wanadoo. Hubo de retirarse a Washington donde Wenceslao de Wynnipeg lo aguantó con western en el walkmany y whisky Johnny Walker (Un wonderful Blue Label) Wow! Winner al water! Fin del Walhala y las walquirias, del waterpolo y del winsurf.

Moraleja: si te persigue la doble V, cambia de servidor.



Nota de Miroslav: Luisa, me vas perdonar pero hice un mix con la paleoversión de tu microfábula, más algo de la última y una que otra cosita de mi cosecha, como poner entreparéntesis que el whisky es Blue Label...es que es tan bueno y tan lejano, pero ya vendrán tiempos mejores y ya pasaré por un free shop y lo traeré y brindaremos por el wombat, nuestro ahijado.



Nota del autor: Esta fábula en verde es un regalo de Luisa Valenzuela y me sirvió de estímulo para que retomara un abecedario que yo tenía incompleto. Todo comenzó hace muchos años cuando leí en Internet Abecedario un microrrelato que Luisa incluyó en su libro de cuentos Los Heréticos. Entonces se me ocurrió, como a tantos otros, escribir mi propio abecedario que quedó intercalado con poemas para las letras difíciles. En la W escribí un poema dedicado a Whitman en el idioma de Whitman. Todavía me pregunto qué hacía Whitman entre La víbora y la vicuña y El xilofón y el dictador X. Ahora el ciclo misterioso de mis fábulas se cierra, lo comencé gracias a la autora de Aquí pasan cosas raras y lo terminé gracias a ella. Esta debe ser una de las coincidencias menos extrañas en esta amistad que es la literatura.












El dictador X y el xilofón

Todo sátrapa puede tener algún momento no indigno, como todo ruido, una cierta cadencia no del todo insoportable. Hablando de sátrapas, los dictadores latinoamericanos han sido siempre líricos por naturaleza. Y no es una cuestión climática, en Alemania, por ejemplo, el monstruo bigotudo era decididamente wagneriano, lo que no disminuye el valor musical de Parsifal o de Tannhäuser.
Es América Central casi todo el mundo toca la marimba y los más siniestros dictadores que ha prodigado esa región, han sido xilofonistas de fuste. Sin ir más lejos, en Guatemala quienes no han sabido tocar el xilofón han padecido las consecuencias. En la época del dictador guatemalteco Manuel Estrada Cabrera -personaje que Miguel Ángel Asturias describió con lujo de detalles en su novela Sr. Presidente- era mejor no ignorar el xilofón y toda la música que sale de ese tropical y melodioso instrumento. Tiempo después hubo un poeta famoso que cayó en desgracia y el dictador de turno lo mandó a matar por no saberle sacar a la marimba ninguna melodía nacional. Otro poeta menos laureado que éste trágicamente fallecido, pero el único que quedaba con vida, no le quería decir a nadie que no sabía tocar el xilofón, por eso le pidió a un mono que le enseñara a manejarlo, de modo tal que cuando cayera en desgracia, se podía salvar. El primate así lo hizo ya que lo único que sabía era imitar lo que hacían los otros. Esta rápida enseñanza fue la salvación del último poeta cuando el sátrapa lo obligó a tocar la marimba. Sorprendido el tirano le peguntó si eso era música, ya que como tal no la entendía ni la conocía. Gracias a Dios el poeta se había documentado y pudo presentar una prueba escrita. Debajo de su guayabera siempre llevaba escondida una partitura musical dodecafónica escrita por Arnold Schönberg para poetas guatemaltecos en apuros.

Moraleja: el último servicio del arte es un servicio póstumo, practícalo antes.

















La yegua y la yarará

Hija de Jardinero y de Virginia, la yegua corría en el Hipódromo de San Isidro. De joven era mala partidora, en esa etapa de entrenamiento cuando levantaban la cinta de largada, Vita Sackville arrancaba un minuto después. Su cuidador estaba sumamente preocupado y le decía al jinete. –Esto le pasa porque tiene mucho pedigree.- Y esta suposición podía ser cierta, Vita tenía pura sangre inglesa de carrera y unos ancestros de la puta madre. Había que buscar una solución, el cuidador estudió y puso en práctica una serie de estrategias para que esta noble corredora no se quedara en la estacada, hasta probó con fuego acercándole por detrás un diario encendido para que saliera carpiendo, pero nada. Vita era cartesiana, primero pensaba y luego corría. Este racionalismo equino tenía a mal traer a quienes la cuidaban con grandes esperanzas de fortuna. Una tarde de entrenamiento, luego de varias frustraciones, entre el pasto se asomó una yarará y el cuidador tuvo una idea y exclamó: -¡Esta es la mía!

No fue fácil atrapar a la bicha venenosa, pero cuando la tuvieron bien agarrada, la usaron para asustar a Vita en el momento preciso. Semanas después, no hubo yegua mejor partidora. En la fracción de segundo que se levantaba la cinta Vita sabía que una yarará le podía picar en la cola, entonces salía disparando y ganaba la carrera. Algunas veces salía a tal velocidad, que el jinete era despedido de la montura y rodaba por el pasto. Justamente entre el pasto quedó la yarará que al poco tiempo se hizo amiga de Vita sin que nadie lo supiera. Para disimular la yegua seguía partiendo en el momento justo, pero le pasaba el dato a su amiga cuando iba a ganar y cuando no. La plata la juntaron con pala y no pasó mucho tiempo que Vita aprendió a hacerse la renga y la jubilaron. No hace mucho supimos de ella y su compinche, ya no van a las carreras aunque cada tanto, cuando tienen el dato de una fija, envían a un tercero para que haga la jugada; todo se sabe. La última, entre las dos compraron un campo y apostaron a la soja.

Moraleja: la amistad y los secretos tienen algo en común y que es sumamente delicado, la fórmula de sus venenos.












La zorra y las zanahorias

La radio estaba encendida y la zorra patagónica la estaba escuchando. Como el programa era auspiciado por el Mercado Central, el aviso que pasaban insistía con sus productos: El consumo diario de zanahorias y otras verduras tiene la virtud de mejorar notablemente la vista. Daba la casualidad que la radioescucha era la presidente de la república de las zorras y como tal, no aceptó la recomendación radial.
-Que las zanahorias las coman los conejos; nosotras nos valemos más de nuestro buen olfato que de nuestra buena vista. Esa fue la respuesta de la zorra a la radio como si ésta fuera un papagayo. Acto seguido, apagó el receptor y salió a cazar. Era época de elecciones.

La segunda vez que la zorra escuché hablar de las zanahorias fue en Australia. Estaba de visita oficial y hospedada en un Four Season de aquellos, cuando llegó a su cuarto después de una ceremonia y se puso a mirar televisión. Entonces apareció la propaganda: Todos los habitantes pueden bajar de peso y mantener su estado atlético comiendo una abundante cantidad de zanahorias.
-Que las zanahorias se las coman los canguros que viven a los saltos;
nosotras no necesitamos de bajar de peso y para sobrevivir
nos valemos más de nuestra astucia que de nuestro estado atlético.
Esa fue también la única declaración que la zorra hizo a la prensa cuando la fueron a entrevistar antes de tomar el avión de regreso.

La tercera vez que entró en contacto con el tema zanahoria fue mientras estaba en su despacho haciendo una consulta por Internet. Esta vez la zorra fue conmovida por un descubrimiento científico: Cualquier mamífero que consuma siete zanahorias por día, puede prolongar su vida un siglo o dos. La zorra presidencial se tentó, se trataba de una longevidad asegurada.
Ni lerda ni perezosa se propuso comer siete zanahorias cada día,
pero a la semana tuvo una descompostura de vientre que la obligó a renunciar al beta caroteno.
-Que las zanahorias las coman las tortugas, quienes quieren vivir arrugadas por cientos de años.
Vociferaba la presidenta padeciendo una gastroenteritis galopante camino a su residencia. Todavía le faltaba un kilómetro y seguía despotricando contra Internet y todas las redes contaminadas de propaganda que hay en el mundo. Estaba en ese reparto de maldiciones cuando sin darse cuenta pisó una trampa que estaba muy bien disimulada. Como la zorra presidenta se ufanaba de andar de aquí para allá sin guardaespaldas, a los pocos días, abandonada de todo poder y gloria, murió como una zorra cualquiera.

El alma de la zorra sabía que por ser una zorra política tenía que ir al infierno, pero como era muy zorra igual le fue a tocar la puerta a San Pedro. Haciéndose la canchera golpeó el portal al ritmo de la famosa canción de Bob Dylan "Knock knock knocking on Heavens door". Mientras canturreaba y golpeaba, le pareció algo raro que la puerta estuviera caliente. Luego la puerta se abrió y detrás de una bocanada de vapor apareció la figura del santo de las llaves con una lista de sus pecados que comenzó a leer: Adulteración de los índices oficiales de transpiración, manipuleo y viveza; enriquecimiento ilícito con proteínas del Estado; depredación del gallinero Público, etc. etc. Resultado, el santo no la dejó entrar al cielo a gozar de una vida eterna de primera calidad. Como no le quedaba otra, llegó al domicilio del infierno y golpeó la puerta que estaba muy fría, tanto que de ella se desprendía un vaho polar, gélido y mortecino. Como ya nada le resultaba extraño, volvió a golpear y la puerta se abrió lentamente. Grande fue su sorpresa cuando el diablo la recibió. Lucifer cubierto con un largo abrigo de zorro patagónico la estaba esperando comiendo una zanahoria.

Moraleja: Tarde o temprano, todos caemos en una trampa publicitaria. Al menos, a partir de ahora, ya sabemos quien maneja la publicidad.

sábado, 21 de julio de 2007











Figura de Esopo, un esclavo de Janto de Samos,
un precursor a la fuerza.