miércoles, 10 de junio de 2009

ABECEDARIO FABULOSO

PRÓLOGO DE MÓNICA OTTINO

Dice la Enciclopedia Collier’s, y los americanos ya sabemos que a veces tienen razón, que la fábula es un relato breve que ilustra con animales, virtudes y vicios humanos. Estas ficciones culminan con lo que La Fontaine llamaba la moraleja. Miroslav Scheuba, en su “Abecedario Fabuloso”, retoma esta forma legendaria de pintarnos con ironía y conocimiento; hay mucho camino recorrido, diversos tipos humanos estudiados sin velos pero con cierta humana simpatía.

A propósito de las moralejas escritas por Miroslav, para mis próximas publicaciones, tendré en cuenta las siguientes:
La de "Las arañas y las abejas": el destino es la otra araña que también teje sus redes.

La de "La cabra y el carnero": negocios con parientes se van por la pendiente.

La de "La ñandú y el nacurutú": la pluma de la poesía te cura sin mostrarte el remedio.

La de "El quebrantahuesos y el quirquincho": el Más Allá no está tan lejos como pensamos.

La de "Los sábalos y las sirenas": el arte nunca te regala nada.

La de "Las urracas y los UFOS": la realidad es como un espejo, no se hace responsable de lo que refleja.

La de "El dictador X y el xilofón": el último servicio del arte es un servicio póstumo; practicalo antes.

La de "La yegua y la yarará": la amistad y los secretos tienen algo en común y que es sumamente delicado: la fórmula de sus venenos.

Y la de "La zorra y las zanahorias": tarde o temprano todos caemos en una trampa publicitaria, al menos, a partir de ahora, ya sabemos quien maneja la publicidad.

Dicho sea de paso, Miroslav maneja sus fábulas como pudieron haber hecho Esopo, Fedro o Samaniego, como un antiguo ejercicio de aprendizaje y primeros auxilios para el alma, ya que mientras avanzamos por sus páginas, todos somos el burro coleccionista contestando las preguntas insolentes de enemigos y sobre todo de amigos con respuestas abstrusas y oblicuas; defendemos nuestra felicidad como el pobre chancho panadero y hacemos el papel de la gata que escucha: algunos gratis y otros por jugosos honorarios psiquiátricos. Los gansos en “El gallo cantor y los gansos punitivos” no miden los peligros de la “cuisine” –difundida cursilería actual- ni la agresión desatada por ellos mismos. La iguana descubre que no todo es miseria en la miseria ni todas mieles en la riqueza con “administradores fraudulentos, contadores veloces, abogados delincuentes, escribanos audaces, cirujanos tramposos, dentistas locos, peluqueros temerarios y sirvientes malvados” que quieren su parte del botín. También la nutria descubre los escollos que impiden ayudar al prójimo y la “llama llamativa” sufre en su propia carne trepadora y andina, el viejo dicho inglés “When Greek meets Greek”.Los vicios de la formación académica son transparentes en “La rana y el ratón”. Miroslav concluye que “toda academia es un peligro”, lo que es muy cierto si uno recuerda ciertos discursos y mesas redondas. Agregaría que quien quiera enseñar debe elegir con cuidado a sus alumnos, caníbales e irreverentes por naturaleza.Lean con cuidado porque es muy educativa la fábula de la tortuga que se hizo la burra ante un tucán enamorado y la conveniencia, en zonas políticas proclives a cíclicas dictaduras como nuestra América, de aprender a tocar el xilofón para distraer al tirano de turno, al menos por un rato.

______________A Luisa Valenzuela, por el desafío______________

Las arañas y las abejas

Las arañas estaban cansadas de esperar un mundo mejor, para colmo de males, en sus telas sólo quedaban atrapadas moscas estúpidas. Sin darle más vueltas al asunto, estudiaron el panorama y llegaron a una conclusión: hacer negocios por Internet. Fue así como decidieron poner un aviso en la Web anunciando, con bombos y platillos, la inauguración de dos importantes agencias, una sentimental donde los seres solitarios podrían encontrar pareja; y otra, una agencia de viajes para que los enamorados a primera vista pudieran disfrutar de una maravillosa luna de miel.

La primera en caer fue una abeja reina que buscaba un zángano como la gente. Su majestad no tuvo problemas para pagar los servicios de la agencia, las arañas aceptaron de buena gana un panal con jalea real de reconocidas propiedades afrodisíacas. Colgados los anuncios en los portales, llegó el día señalado. Para demostrar que la cosa iba en serio y que tenía un principio de legalidad, el encuentro no sería nocturno sino matinal. Desde temprano se encontraron más de mil zánganos sobrevolando un galpón esperando que las campanas de una escuela dieran las 12, hora en que la abeja reina vestida de novia saldría volando hacia el cielo y sólo el zángano con mejor estado atlético sería el elegido para cumplir su papel de marido, siempre y cuando la alcanzara y la poseyera en pleno vuelo.

Consumado el acto que legitimaba el matrimonio, ambos regresaron al galpón de las arañas para retirar los pasajes y cupones de la estadía del viaje que ya estaba pagado, pero las sinvergüenzas habían desaparecido sin dejar rastros. La abeja reina y su príncipe consorte no se hicieron mayores problemas porque estaban muy felices. Cuando llegaron a la colmena, observaron entre las abejas obreras una gran preocupación: había desaparecido un panal con propóleos preparado como hormiguicida. En el apuro de cerrar el trato con las arañas, la abeja reina se había equivocado y en lugar de enviar el panal con jalea real, había enviado el otro.

Al final las arañas estafadoras tuvieron su merecido. En esa noche de juerga no sólo quedaron duros los araños con “la jalea real”, sino las que se creían muy vivas fueron detenidas acusadas de envenenamiento. Luego, fueron procesadas y durante el juicio, halladas culpables de asesinato agravado por el vínculo. No obstante, las arañas en la cárcel no se han quedado tranquilas, siempre están tejiendo algo nuevo. Condenadas a cadena perpetua, tienen tiempo de sobra para planificar una fuga de película. Mientras tanto, con otras internas han organizado un taller literario.

Moraleja: el destino es la otra araña que también teje redes virtuales.














El burro y los elefantes bomberos

Fueron los elefantes bomberos los que quisieron incendiar al burro y sembraron toda clase de dudas acerca de lo que llevaba en sus alforjas. El rústico, cumplida su faena en la noria de la mina donde trabajaba toda la semana como burro, al llegar el viernes bajaba al pueblo, hacía los mandados, visitaba amigos y parientes y se iba a su casa. Como todos los burros, era metódico. De su trabajo salía a las cinco y apenas llegaba al poblado hacía las compras. A las seis y media, pasaba frente a la Iglesia cuyo obispo era un pavo real; a las siete menos cuarto, pasaba delante de la Comuna que dirigía un alcalde gorila; a las siete, frente al cuartel de los bomberos elefantes, quienes a falta de siniestros se dedicaban a chusmear, es decir, a usar la malidicencia para provocar pequeños incendios personales. El burro, que ya estaba acostumbrado a abrirse paso entre las llamas, lo tenía todo calculado y siempre llegaba a su casa a las ocho, por lo tanto, en el trayecto podía hacer más visitas. A las siete y cuarto, se tomaba un respiro frente a la tienda del gato sastre; a las siete y media, hacía otro alto frente a la farmacia del caballo; y por último, a las ocho menos cuarto, saludaba al cerdo de la panadería y de paso, compraba el pan. Fue este porcino, que ya había escuchado los rumores esparcidos por los elefantes, el primero en preguntar por su pesada carga.
-Vengo de una cantera y voy hacia un camino.-
Esa fue su única respuesta. El cerdo panadero quiso entender que el burro se dedicaba al contrabando de piedras, tal vez de piedras preciosas. Para no involucrarse, comenzó a hablar de lo cambiado que está el clima por culpa de los malos gobiernos.

Otro viernes, el que anduvo indagando por su carga fue el caballo que vendía remedios.
-Vengo de un mar inmenso y voy hacia un pequeño cielo.-
La hermética contestación dejó pensando al cuadrúpedo, quien supuso que era un cargamento de arena que escondía pepitas de oro. No queriendo comprometerse, el idóneo de farmacia habló muy bien de la personalidad del mar que se explaya con las olas, y de día el mar refleja el cielo, y de noche, las estrellas.

Otro fin de semana, fue el gato sastre que recibió el saludo de su amigo y para no dar puntada sin hilo, se puso a olfatear la carga poniendo cara de pregunta.
-Vengo de un bosque y voy hacia un desierto.-
El felino llegó a su propia conclusión, lo que traficaba el burro no era otra cosa que leña y no la quería mostrar porque era leña robada. Evitando involucrarse en un delito por ocultamiento, el gato se acordó de un bosque que le traía muy bellos recuerdos y exclamó con ironía: -¡Cómo están desapareciendo los bosques!

También los elefantes bomberos, hasta cuyas grandes orejas había llegado un caudal de piedras preciosas, de arena con pepitas de oro y de una leña mal habida, aunque de muy buena calidad, tuvieron su viernes cuando el burro, tranquilo como de costumbre, respondió:
-Lo que lleva ilumina aunque con el tiempo se apaga.-
Algunos elefantes apostaron por carbón de piedra; otros, por carburo. Fuera lo que fuera, no era para tanto, siempre y cuando, carbón o carburo, no constituyera una prueba de asociación ilícita por ser el botín de una defraudación reiterada con el concurso de más de dos imputados en el hecho delictivo. Fue así como la carga del asno se volvía cada vez más misteriosa y tales infidencias llegaron hasta la Comuna, lugar donde se entusiasmaban con las estadísticas y los impuestos. Sin lugar a dudas, el burro estaba ocultando un presunto comercio, oportuno argumento para que un viernes el gorila le saliera al cruce diciéndole:

-Vecino, en este formulario declare el contenido de su carga, en caso contrario, el cargamento será abierto por la fuerza y habrá de pagar el tributo que corresponde.-

No obstante, el plomizo, más sereno que nunca, le avisó que él no se hacía responsable si al abrir sus alforjas por la fuerza algo sumamente delicado explotaba en sus manos. El alcalde posó suavemente sus manos sobre la carga y sospechando que se trataba de dinamita, salió del difícil trance con otra pregunta:
-¿Lo que cargas en tus alforjas, construye o destruye?-
-Todo depende de su destino.- Respondió nuestro Rucio. El gorila, alejándose del burro, le ordenó que se marchara.

Un viernes que el pavo real andaba de palio vio venir al pecador con su misterioso cargamento, entonces monseñor detuvo la prosesión y le pidió al Equus asinus -ese era el nombre del burro en latín- que se confesara. Un círculo de feligreses inquisidores se formó junto al cuestionado burro, quien arrodillándose humildemente declaró:
-Vengo de un palacio donde florecen los recuerdos y voy hacia un huerto donde se siembra el olvido.-
La emplumada autoridad eclesiástica dedujo que sólo semillas constituían el cargamento del asno y pidió que se le abriera el paso, no sin antes de acercarle una cesta para que el mamífero dejara su diezmo.
Una madrugada se declaró un furioso incendio en la casa del burro. Hasta allí llegaron los elefantes para combatir el incendio causado por un exceso de leña en la cocina. Menos mal que del hambre del fuego se salvaron cientos y cientos de libros que nuestro Platero venía comprando y trayendo hasta su casa cada viernes. Quien lo hubiera dicho, al burro le gustaba leer.

Moraleja: en el incendio de la fama, el humo confunde a los famosos.










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La cabra y el carnero

Pasa hasta en las mejores familias, la cabra se enamoró de su primo el carnero. Todos sabían que ella estaba loca, pero igual se casaron; desde entonces él le mete los cuernos. Para que su esposo no perdiera su pasión elemental, la cabra decidió someterse a varias cirugías plásticas. Luego de consultar a diversos profesionales, su marido le recomendó a un pariente primate que operaba a las divas de los circos venezolanos y a las famosas de la televisión mexicana. El profesional ejercitaba su fama en Brasil y siempre pagaba buenas comisiones a quien le mandara clientes. El mono cirujano que además de peligroso era muy guapo, convenció a la cabra y ahí no más se puso a tomarle fotos para el antes y el después. Con la ayuda del bisturí, el rayo láser y todos los últimos adelantos de la cirugía y la criocirugía, la cabra mejoró su perfil, se arregló la papada, la bolsa de los ojos, se achicó las orejas y se sacó la cornamenta. En otra etapa de quirófano, se redujo las mamas y en cuanto pudo, también redujo su abdomen para recuperar la cintura. Por último, no sólo se levantó la cola sino que en sus partes más íntimas le hicieron un delicado zurcido japonés. En este operativo belleza, ella invirtió bastante lana, pero los resultados estéticos no fueron los esperados. Y qué podía esperar si el que la operó era un animal.

Moraleja: negocios con parientes se van por la pendiente.


















La chancha y los chanchullos

Avisado el cerdo panadero de la notable infidelidad de su mujer esperó que llegara el viernes para ver pasar al burro y hacerle una consulta, ya que él había leído muchos libros. En esa entrevista, el asno pidió más detalles que prometió guardar bajo el más estricto secreto profesional. Fue así como se enteró de que era un picaflor, un empleado de la panadería, el artífice de los invisibles cuernos del chancho. La tarea del apuesto y joven picaflor consistía en picotear las hogazas recién amasadas para que con el calor del horno no se inflaran en demasía. La otra tarea que se había propuesto el pájaro era seducir a su patrona; trabajo fino que había dado buenos resultados ya que la chancha infiel y cariñosa era dada a los placeres de la buena vida (*). Antes de emitir consejo, el plomizo burro lector se acordó de una película francesa titulada precisamente “La mujer del panadero”(* *): Ésta se fuga del hogar con un pastor. Por otro lado el panadero, quien se da cuenta de que la gata también ha hecho abandono de panadería, desesperado, no piensa en otra cosa que en emborracharse, pierde la cabeza y quiere quitarse la vida. No pasó mucho tiempo y la infiel esposa, ya sin plata sin amor, regresa a casa. Justo ese día también retorna la gata. Entonces el panadero decide no hablarle más a su mujer y sólo le hace irónicos reproches a la gata por su ingrato abandono. El drama llega a su fin cuando la mujer del panadero no aguanta más esa situación y se suicida.
El burro le aconsejó al porcino que consiguiera una gata lo antes posible y que hiciera una dramatización con el felino. A buen precio el gato sastre le alquiló unasobrina cuya única tarea sería escuchar. A los pocos días la chancha había oído varias veces la tragedia que su marido le contaba una y otra vez a la gata que no decía ni miau. Una mañana el picaflor presentó su renuncia indeclinable y esa misma noche, el cerdo panadero le permitió a la gata volver a la sastrería para que siguiera con el silencioso oficio de gatear. Gracias al oportuno consejo del burro, el mamífero panadero salvó sumatrimonio. Para evitar otras tentaciones, el chancho despidió también a un mono muy simpático cuyo trabajo era repartir el pan a domicilio, tarea que el cerdo tomó a su cargo. Fue así como volvió a ver a la gata unas cuantas veces más. En una ocasión la encontró en la farmacia del caballo y en otra oportunidad, la descubrió prestando su servicio en la casa del gorila, el alcalde del pueblo.

Moraleja: donde hay chanchos hay chiquero.

(*) Era una cerda de la piara de Epicuro.

(**) La femme du boulanger, film producido y dirigido por Marcel Pagnol, a partir de un episodio de la novela Jean le Bleu de Jean Giono.









Los delfines y la Diosa del Mar S.A.

¿Alguien ha visto alguna vez a la Diosa de las Aguas? Los delfines tampoco, aunque indirectamente trabajan para ella, es un holding multinacional. Donde hay mar hay comercio y esto siempre lo ha sabido y lo ha explotado esta sociedad anónima, empresa que maneja todos los océanos controlando sus inversiones y sus ganancias. Herederos de Neptuno Compañía de Ultramar, la Diosa de las Aguas S. A. por razones de impuestos cambia cada tanto de base operativa. Es probable que opere desde algún paraíso fiscal en alguna de las miles de islas del Caribe, islas con nombres inocentes como Islas Vírgenes, otras con nombres de santos, como Santa Lucía o San Bartolomé; y otras más sinceras porque llevan nombres adecuados: Caimán y Gran Caimán. Varias de estas islas se han independizado últimamente y dicen pertenecer a Latinoamérica, aunque en ellas se habla el idioma inglés o para disimular un poco, el francés. Alarmados los delfines por las consecuencias atroces de un sistema brutal que escapa a todas las leyes de la naturaleza, se reunieron en un congreso a orillas de la isla Navaza, que es una isla deshabitada y olvidada hasta por los turistas de Estados Unidos de Norteamérica que no saben que son los dueños de algo que es de Haití. Lo primero que se denunció en el encuentro delfinario fue el aumento indebido de las horas de trabajo, la caída del salario y la destrucción del hábitat marino por culpa de la polución que ha ido empeorando las condiciones laborales día tras día, ola tras ola. Esto explica el suicidio en masa de ciertas especies de ballena, las que hartas de luchar contra las “humanidades” de un capitalismo submarino y salvaje, han optado por quitarse la vida como última protesta. A partir de este congreso toda la fauna marina ha quedado en estado de alerta. Por lo pronto, los delfines han emitido un comunicado con sus reclamos. Ya saben los acuarios, los canales de televisión, las compañías cinematográficas y las agencias de publicidad, que empleen delfines para ganar dinero, que las cosas han cambiado, que ya no los van a poder arreglar con uno o que otro pescadito. Los delfines de lucro se acabaron, porque a partir de ahora para defenderse de las injusticias han creado un sindicato.

Moraleja: nunca más otro Flipper.














La estrella de mar y la esponja

La joven estrella de mar tenía dos vocaciones: bailar al ritmo de las olas y hacer esculturas. Para perfeccionarse en este último arte, tomó clases con una esponja escultora de cierto renombre. Las clases eran costosas y para poder pagarlas, se las arregló dando clases de baile. Tuvo éxito, le enseñó baile clásico a la medusa y danza contemporánea a unas cuantas algas marinas, las que hasta el día de hoy no paran de bailar al ritmo de las olas. Como alumna tuvo algunos contratiempos, roca que tallaba era desaprobada como obra de arte y piedra que unía graciosamente a otra piedra, era duramente criticada. Descorazonada, colgó el cincel y el martillo y puso toda su energía en la creación de una escuela de danza que le deparó bienestar y salud.

Como bailarina y profesora, recorrió todos los océanos y fue llamada prodigio del mar. En cuanto al arte de la escultura, la vida le dio una revancha. Invitada por un pulpo mecenas a tomar unas vacaciones en el mar Egeo, la estrella y su anfitrión asistieron a la inauguración de una muestra escultórica de una esponja de fama internacional. Grande fue su sorpresa al ver en esa exposición varias de sus obras de arte que tiempo atrás habían sido injustamente descartadas como tales. Aunque la “autora” de tales piezas no la pudo atender personalmente porque estaba dando un reportaje, la estrella tomó nota de los elevados precios de cuanto estaba expuesto, obras que se cotizaban con unas cifras que tenían tantos ceros como una fila de mejillones. La estrellada bailarina no pudo seguir averiguando más sobre vida y obra de la escultora porque en ese momento apareció Poseidón, gran amigo del pulpo, quien inmediatamente los invitó a un cóctel mucho mejor y con menos público en su nuevo palacio submarino.

La majestuosa residencia del dios de los mares aún no había sido inaugurada oficialmente, no obstante, abundaba en escaleras y columnas de mármol, en pérgolas y galerías que esperaban los últimos toques decorativos. Precisamente, sobre este tema giró la conversación que mantuvo el dueño de casa con sus invitados, mientras les ofrecía un delicioso vino digno de las viñas de la Grecia de Pericles. Copa en mano durante el ágape, Poseidón les contó que iba a requerir de nuevas obras de arte para sus aposentos y en voz alta pensaba en esculturas que representaran a las ninfas del mar y habló con entusiasmo acerca de oceánidas y nereidas, a quienes imaginaba blancas como la luna cuando se refleja en el mar.

No pasó una semana de este evento cuando una antigua alumna fracasada pidió retomar las clases de escultura. En esta oportunidad no hubo problemas por el precio de las clases y ante tan buena artista no hubo desaprobación ni crítica alguna, al contrario, fue elogiado por la esponja un novedoso y blanco material que la estrella dijo haber encontrado en Egipto. Al poco tiempo, la esponja estaba alabando una colección de oceánidas y nereidas, donde la alumna estaba a la altura de la maestra, quien esta vez le ofreció una suma de dinero por todo ese trabajo. Después de un tira y afloje, llegaron a un acuerdo respetable y cerraron trato. La esponja siguió con lo suyo y la estrella regresó a la danza y a los viajes olvidándose del tema.

Una mañana, mientras la estrella desayunaba revisando las exageraciones que publican los diarios, leyó en la primera página el copete de una noticia: Poseidón estafado y enfurecido. La nota en otra página daba el resto de los detalles. Le habían vendido al dios de los mares una serie de esculturas hechas de jabón blanco, las cuales al poco tiempo de adquiridas se habían comenzado a deshacer. El largo castigo que recibió la impostora hasta el día de hoy lo sigue cumpliendo. La esponja fue condenada por los siglos de los siglos a ser la esclava del jabón.

Moraleja: no te cuides de tu jabón, cuidate de tu esponja.

LA FOCA Y LA FARÁNDULA

A mis amigos que practican el periodismo gastronómico

Después de trabajar muchos años en el circo la foca ha abierto su propio restaurante y no es una improvisada, al menos ya tiene experiencia para entretener a la gente. En un negocio donde practicar el malabarismo es primordial, el pinnípedo se mueve como pez en el agua. Lo cierto es que ha sabido aprovechar sus naturales conocimientos, ha presentado una carta sólo con frutos de mar y rabas fritas. Su restaurante es tan humilde y sencillo que casi da pena, pero no nos equivoquemos, la foca está facturando y se está llenando de mosca. Tiene un salón para fumadores mucho más grande y más cómodo que el otro. Las mesas, para bajar costos, no tienen mantel y también está permitido que los comensales lleven sus propios tenedores y cuchillos, sus copas y servilletas, así no se les incluye en la cuenta un cargo adicional por cubierto o servicio de mesa. Los clientes y amigos de la casa que quieren hacer una reserva no tienen que llamar por teléfono ni enviar un mail, les alcanza con sólo enviar desde su casa las sillas que quieren ocupar. Dicho sea de paso, el restaurante dispone sólo de bancos lo que impide las confusiones con sillas propias y ajenas. Para evitar conflictos con clientes delicados, que siempre tienen problemas con la sal, con los acompañamientos y los puntos de cocción, está permitido que envíen, con la debida anticipación, a su personal de cocina y comedor, quienes ya conocen todas sus mañas. Además, pueden enviar sus propias flores, velas y otros adornos para la mesa, como también sus entradas y sus postres favoritos. Casi todos los envíos al restaurante están permitidos, siempre y cuando sean hechos con antelación; no se permiten los envíos del rubro bebidas, ya que la mayor parte de las ganancias del negocio se obtienen con la venta de vinos, licores, aguas minerales, café, té y otras yerbas. Sabiendo que la plata llama a la plata y que el público trae más público, el lugar tiene dos clases de clientes, los de verdad y los de mentira; por lo tanto, en estos tiempos de crisis el lugar siempre está colmado. En la medida que quiere entrar más gente a comer, se levantan de su mesa los que están de relleno. Los fines de semana se esconden las promociones y el Menú Ejecutivo y se atiende con el sistema de autoservicio y sólo con los clientes de verdad. También, los sábados y domingos se mueven los precios utilizando los mismos números, por ejemplo, lo que durante la semana cuesta 12, pasa a costar 21. La foca, valiéndose de algún escándalo o de esa vieja norma: La casa se reserva el derecho de admisión y permanencia, ha sabido imponer un riguroso sistema selectivo de ingreso y egreso. Sólo porque el respetable público es incauto, terco y porfiado, cuanto más difícil resulta entrar a un lugar, mayor éxito tiene. Como el restaurante de la foca está llamado a los ruidos de la fama, un riguroso servicio de vigilancia no permite la entrada a vendedores ambulantes, floristas, fotógrafos, carteristas y mendigos. Como sus principales clientes son artistas, es decir, personajes de la farándula, el restaurante no trabaja con tarjetas de crédito. Eso sí, en “MERL U. S. A.” que así se llama el restaurante de la foca, se aceptan euros, dólares estadounidenses y también, dólares de impresión local, que se tomaban a un precio mucho menor que el estipulado por el Banco Central. Dicho sea de paso, por estar demasiado dolarizada, el día menos pensado la foca desapareció y su negocio también. La fauna marítima culpa de la desaparición de la foca a ciertos personajes del gobierno. Aunque muchos tienen esperanzas de que algún día reaparezca, otros opinan lo contrario y aseguran que la foca no aparecerá nunca más porque hace rato que ya la hicieron cartera.

Moraleja: la vergüenza que no se vende, al otro día se la puede servir con orgullo.












A Luisa González Urquiza y
a su hija Milagros Brascó, que ha venido
a este mundo con genes gastronómicos por ambos lados.
El gallo cantor y los gansos punitivos

Todos los días a las cinco de la mañana el gallo cantor despertaba a toda la granja con frenética puntualidad. La fauna, dormilona y enojada, convocó a una asamblea con piquete y corte, acto al cual fueron invitados todos los animales, menos el despertador involuntario que los urgía a encontrar una solución. El consejo regional de esa junta agropecuaria, reunido en una mesa de enlace, determinó dos medidas a tomar. La primera, serían los gansos quienes le pedirían al gallo que no cantara más; y la segunda, si seguía despertando a todo el mundo como de costumbre, terminar con la opereta liquidando al tenor. Fueron inteligentes los animales con esta designación, ya que los gansos no sólo son bulliciosos sino bastante agresivos, violencia que está permitida desde que un granjero austriaco llamado Konrad Lorenz le dedicó muchos años a la etología. Así se llama la distracción de observar las costumbres y el comportamiento de los gansos. El granjero llegó a esta conclusión: ningún ganso es culpable de su mala conducta. Esta novedad fue publicada bajo el título “La agresión, ese pretendido mal”. Por esta y otras anotaciones, Konrad Lorenz en 1973 se ganó el premio mayor de la lotería sueca; lotería fundada por Alfred Nobel y legalmente autorizada.

Avisado el gallo que tenía que terminar con su cantata del amanecer, los gansos, con aire autoritario, se retiraron al rincón de su soberbia. Lo que había escuchado el gallináceo lírico había sido algo más que un aviso, había recibido una velada amenaza: "Estimado gallo, queda usted notificado que en esta granja se ha conformado una especie de Ku Klux Klan, es decir, una sociedad secreta que ejercerá todo su poder contra la igualdad de derechos de los gallos cantores; por ende, avíseles a todos sus colegas de granjas vecinas que si quieren cantar, lo pueden hacer cerca del medio día." A la mañana siguiente, con mayor fuerza y razón, todos los gallos cantaron a los cuatro vientos la persecución declarada. Con esta avanzada gremial los gansos se pusieron tan nerviosos que se atacaron entre ellos y tuvieron que consultar a un cisne psicólogo, quien como terapia de grupo los mandó de paseo. Evidentemente, era un profesional de la escuela lacaniana. Fue así como los gansos partieron de su granja -que estaba más o menos limpia- y no pararon hasta llegar a un basural. Un basural post-freudiano, diría el mismísimo Lacan. El ganso tesorero, al final del recorrido entre la mugre, graznaba diciendo que el pago de la consulta había sido plata tirada a la basura. Otro ganso graznó eufórico, en el progresivo basural había encontrado media página de un diario. “¿Cuál es el motivo de tu euforia lingüística?” preguntó el histérico tesorero de los gansos. “¡Pues, aquí está la solución!” respondía mostrándole un pedazo del suplemento de cocina de un diario dominical. El tesorero se puso los lentes y leyó:

Receta del Coq Au Vin.

"¡Muy bien!, ¡por fin!” exclamaban los gansos al comprender el valor de la información encontrada y ahí no más limpiaron y recortaron los restos del periódico para llevarlo a la granja. Seguro que el agricultor se iba a entusiasmar con la gastronomía, esa delicada mezcla de ciencia eterna con arte efímero que inventaron los franceses y que con el tiempo se transformaría en un vulgar comercio, negocio apto para todo tipo de audaces -con preeminencia de rufianes- que tuvieran ganas de lucrar con el apetito de los poderosos y la debilidad de los hambrientos.
La receta sedujo al granjero y dispuso que la ciencia y el arte estuvieran al servicio de su mesa. Llamó a su mujer y luego de leerle en voz alta la lista de los ingredientes, se repartieron las tareas para cocinar el gallo al vino. Ella iría a la huerta para recolectar las hortalizas indispensables, mientras el iría por la presa principal. Cuando el emplumado cantante vio venir al nuevo gourmet con un reluciente cuchillo, se subió a la parte más alta de un árbol haciendo un flor de escándalo. En flamante e improvisado Gato Dumas que ya había puesto a funcionar paladar y saliva imaginando el delicioso plato, retrocedió y se dirigió al galpón de las herramientas. Luego, apareció con una escopeta y apretó el gatillo. Detrás del cañonazo cayó ruidosamente el gallo, quien ya desplumado y limpio de municiones fue cocinado a fuego lento con toda clase de verduras en un vino borgoña de costo más que prudente. El producto del arte culinario resultó exquisito y el patrón premió a los gansos punitivos con todas las migas y sobras del manjar. Durante la sobremesa, en un clima de paz digestiva y provechosa, el granjero le prometió a su mujer que compraría cada domingo ese diario que revelaba los secretos de tanta felicidad.
Por otro lado, el impune periodismo de cebollas y sartenes, que siguió entregando una dosis semanal de peligrosa información, causó un estrago de lágrimas y quejidos en los hogares de lechones y terneras, como también provocó un verdadero drama de huérfanos en la familia de los faisanes. Y ni que hablar de la tragedia de plumas que se armó ese fin de semana cuando salió publicada la receta del foie gras. Los granjeros prepararon el paté con los hígados de todos los gansos, cuyas plumas desde distintas almohadas y edredones cada tanto se escapan sólo para contar aquel revuelo.

Moraleja: ojo con Lacan y ojo con tirar los diarios a la basura, más de alguien puede morir.




















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El huemul y la hiena

Ya se sabe, el huemul representa el bien y la hiena, el mal. Según una leyenda, nuestro ciervo patagónico fue un niño abandonado que bajó del cielo; la que ríe, una niña que abandonada que subió desde el infierno. No obstante, hay que tener cuidado con las leyendas y otras suposiciones categóricas. Bajo una mirada más profunda, el huemul bien podría ser una delicada representación de la muerte y la hiena, una perceptible idea de la vida. Si esto fuera cierto, el dulce cervatillo y la amarga carnicera aún pueden ser grandes amigos porque tienen más cosas en común que las que podrían tener individuos de otras especies. Mientras ésta se alimenta de carroña y aquél es vegetariano, sus presencias nunca van a coincidir en un circo porque ambos gozan de un respeto que otros no han alcanzado. Y lo que es más curioso, ambos están en la tierra para ser símbolos metafísicos para el hombre, no para ellos que se desconocen o tratan de pasar desapercibidos. Sólo por un instante, supongamos que la hiena representa al amor y el huemul, al desamor. Acaso ellos por algún instinto lo intuyen; nosotros ahora estamos en eso.

Moraleja: en el teatro de la naturaleza unos actúan y otros pagan la entrada.















LOS INCOVENIENTES DE LA IGUANA

La iguana creía que no era importante porque no había heredado muebles, inmuebles ni negocios. Las limitaciones económicas la consumían de tristeza, en lugar de descubrir algunas pequeñas alegrías, como el hecho de no tener que pagar altos impuestos o despreocuparse de los ladrones. Padecía de todos los inconvenientes de la pobreza y no disfrutaba de sus beneficios, que no son pocos. Por ejemplo, estar eximida del pedido de favores, de contribuciones, donaciones, limosnas y testamentos. No se daba cuenta de lo terrible que es manejar dinero en cantidades industriales. Una considerable fortuna, aparte de quitar el sueño y engordar el alma, obliga a demasiadas cosas. He aquí una rápida lista:
- A perder tiempo en las tiendas, en los aeropuertos, en las aduanas y encima, a quedar mal con los regalos.
- A escuchar personalmente o por teléfono, conversaciones intrascendentes plagadas de lugares comunes, cuyo tema más elevado puede ser el cielo, no el del Más Allá, sino el cielo del servicio meteorológico.
- A tener que visitar a la ópera para demostrar buen oído, a visitar y ayudar a los museos para demostrar buen ojo, a visitar y ayudar a los restaurantes para demostrar buen gusto, a visitar y ayudar a los hospitales para demostrar buena salud, en fin, a asistir a ceremonias diplomáticas, religiosas y deportivas, a comparecer en algunos diarios en las páginas sociales y algunas veces, en las necrológicas.
- A postergar la correspondencia por tener que lidiar con administradores fraudulentos, contadores veloces, abogados delincuentes, escribanos audaces, cirujanos tramposos, dentistas locos, peluqueros temerarios, joyeros sinvergüenzas, modistos perversos y sirvientes malvados.
- A tener que vivir atado a una agenda que recuerda los compromisos pendientes, dejando poco tiempo y espacio para los capítulos amatorios y mucho, para los episodios desagradables, como los del rubro de la politiquería que exigen todo el tiempo un abrir de billeteras para que las cosas funcionen mejor, sino para que funcionen.
-En una casa con demasiado dinero no entra la ciencia ni la paciencia, y si entra por equivocación, es para problemas.

La iguana, sin embargo, de algún modo anhelaba la nostalgia de una riqueza extinguida. Mientras tanto, no sabía si tenía pocas amigas lagartijas por lo que no tenía o por lo que no era. Como nuestra iguana no tuvo descendencia, se propuso se hija de sí misma y mejorar sus propios recuerdos. Aunque sus carencias materiales eran evidentes, con los años comprendió que los millones de una herencia no tienen un centavo de piedad, esto le sirvió para disimular su disgusto de ser pobre. Lo disimuló tan bien, que llegó a tener el encanto de las iguanas modestas que nacen y mueren finas.

Es preciso acotar aquí, antes que termine esta fábula melancólica, que la iguana vivía en un terreno baldío que estaba al lado de un palacete donde vivía a todo trapo una garza millonaria y grosera. Más de una vez la iguana la divisó en una terraza a través de los jardines, algunas veces antes y otras veces después de una orgía. Esta vecina ricachona vivía a ostras y a caviar. Más de una vez también la oyó ordenar que descorcharan más champagne francés para sus invitados que tomaban directamente de la botella, envase que luego revoleaban hacia el terreno baldío donde ella sobrevivía. La iguana, acaso por un placer estético, juntaba las botellas y las iba arrimando verticalmente a la muralla como si quisiera formar un zócalo de vidrio. Y así fue que las botellas juntaron agua de lluvia, lo que le permitió a la iguana durante la gran sequía, que no dejó a nadie con vida, no morir de sed sino de vieja.

Moraleja: si encuentras una botella vacía, llénala, tápala y espera.













La jirafa y el jaguar

La jirafa y el jaguar eran vecinos de jaula en el Zoo y todos los jueves con los jóvenes y sus jeringas se pegaban un julepe. Juntos tenían que hacer algo. ¿Escapar? Jamás, ya les habían sacado el jugo en un circo jocoso. Entonces juraron hacerse los muertos. Durante toda una jornada no respiraron y se cayeron. ¡Júpiter! gritó Juan José, director del Zoo y exclamó: -Este jaleo sí que me joroba. ¿Una peste? ¿Un animalicidio? Cuando vino el juez, que era un jovato con enjundia, junó el jodido problema y convocó con carácter de urgente a una junta de veterinarios, no para que emitieran un juicio sino para salvar a esas dos joyas. Los vete se jugaron y con respiración artificial los muertos terminaron con su joda. Después de cobrar su jornal, aconsejaron al dire de esa jungla que debía trasladar a la jirafa y al jaguar a un zoológico cerca de Luján. Allí, el jaguar jodón y la jovial jirafa, todavía andan sueltos respirando por los jardines donde a la sombra de un jacarandá ven la luz unos jacintos.

Moraleja: en un zoológico no hay Infierno ni hay Cielo, sólo hay un horario de apertura y una hora de cierre, que es la hora del Paraíso.











El kiwi y la kultura

Estaba el kiwi buscando enriquecer su cultura. Gracias a las exportaciones y al notable aumento del precio de los commodities, el kiwi estaba pelechando y se había empezado a codear con animales de las más altas jerarquías. Se propuso buscar un profesor, cual monsieur Jordan lo encuentra en esa obra de Molière titulada Un burgués gentilhombre. Fue así como el kiwi se puso en contacto con un mono profesor que cobraba sus clases de cultura con bananas.
La primera pregunta del maestro hacia el posible alumno sorprendió al ave de Nueva Zelandia.
-¿Sabes respirar?

El kiwi sin decir una palabra respiró y luego, aseguró: -Seguro, el que no respira se muere. A lo que el mono acotó: -Estás equivocado, el que no sabe respirar se va muriendo lentamente.-
Era evidente que el tema cultura era mucho más complejo de lo que él había pensado y lentamente se puso a respirar cuidadosamente. Ahora que le estaba yendo bien en la vida no tenía la menor gana de morir, sí tenía ganas de salir corriendo y buscar a otro profesor menos complicado.

- No entiendo, pero por las dudas, aquí tiene una banana por esta clase.-

- Segundo error, aprender a respirar cuesta media docena de bananas.-

Cada vez la cara del mono profesor le gustaba menos y para salir del trance pensó en algún término rebuscado y se acordó del verbo suponer. Entonces le dijo al primate:

-Yo suponía que una clase de cultura costaba una banana, pero mañana vuelvo y le traigo más.

- Primero pregunta y luego, supones.- Fue la seca acotación del profesor quien después de repartir ese sermón y otros más, dio por terminada la primera clase. Al otro día el ave regresó con seis bananas, no fuera a ser cierto que por respirar mal se lo llevara la muerte. En la segunda clase el kiwi comprendió el tema de la respiración. Al respirar correctamente los invisibles microbios quedan atrapados en el trayecto y los que se mueren son los microbios. Respirando mal y por el pico, pasan cualquier cantidad de gérmenes patógenos que va a infectar todo el cuerpo. El tema de la respiración se volvió interesante. Como tarea para el hogar, el mono lo mandó a respirar 30 veces por los orificios nasales. Agradecido el kiwi al tercer día apareció con más bananas, la clase estaría dedicada a la cultura de comer.

Moraleja: la educación es la fruta, la cultura es la semilla; las dos llevan tiempo, las dos piden tierra.











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A Lola y Coco, los bien educados y amables loros de Luisa Valenzuela que recién me están conociendo y todavía no me han insultado.
Los loros y la liebre

-Quiero plata, quiero plata, quiero plata.- Repetía la mujer del loro para mayor desesperación de su marido, cuyos negocios tampoco funcionaban. El loro miraba para otro lado haciendo como que no la escuchaba, aunque respecto a su lora tenía bien claro dos temas: primero, era cierto que necesitaba plata; segundo, por esa causa la neurosis la volvía lorotemática. Él algo tenía que hacer, como aquel emprendimiento audaz que venía pensando desde hacía mucho tiempo y que algunas noches no lo dejaba dormir. Una tarde se decidió y lo fue a ver al papagayo que pensaba instalar un casino ilegal con la colaboración de muchas aves.
-Yo sabía que ibas a venir volando bajito.- Fue la frase de bienvenida del papagayo. Y ahí no más convocaron a una reunión para hacer el gran negocio. Con un préstamo del cuervo, compraron los naipes de Black Jack y la ruleta con todas sus fichas. A la semana ya estaba todo listo para la inauguración. Un tordo trabajaría de crupier, una lechuza, en la caja; un bandada de teros, en la seguridad del establecimiento, que además tendría cámaras por todos lados, hábilmente manejadas por canarios expertos.
-Hagan juego señores, hagan juego señores, hagan juego señores.- Decía la lora entusiasmada con la idea de ganar dinero a raudales. El loro, que trataba de estar el menor tiempo posible en su casa, tendría a su cargo no sólo la caja fuerte del negocio, sino también, la publicidad y las relaciones públicas.
-No va más, no va más, no va más.- Aseguraba la lora donde estuviere y después de una pausa, cantaba:
-Rojo el siete, rojo el siete, rojo el siete.
El casino fue un éxito y la lora con el buche lleno se dedicó a gastar plata. Por otro lado, su marido estaba feliz, su cónyuge había cambiado de tema y había dejado de tomar Lorotol, remedio que le había recetado el ave del paraíso, psiquiatra. Pero la felicidad, la salud y el silencio de muchas aves sufrieron un golpe fatal. Unos ofidios envidiosos, que no vamos a nombrar porque traen mala suerte, denunciaron a las autoridades el garito clandestino y los alcatraces del gobierno allanaron el local con los mamíferos en pleno juego y detuvieron al conjunto de aves, además de cargar con todos los cuerpos del delito: ruleta, fichas, naipes, canarios y cámaras de seguridad rumbo a los tribunales.

-Negro el trece, negro el trece, negro el trece.- Repetía la lora en la celda y su marido se acordó del Lorotol, específico que mandó a comprar. También recordó el nombre y el número de la liebre que como abogada también era muy rápida. Ella fue quien los defendió en el juicio, pleito que al fin las aves ganaron porque la liebre pudo demostrar ante el juez búho que los imputados no eran nada más que actores que estaban trabajando en un film. Su carta de triunfo estuvo en las cámaras y en las películas que presentó como prueba. Para satisfacción del loro y de su socio el papagayo, el magistrado dictó que el mal entendido no afectaría el buen nombre y honor de los afectados, como también dictaminó devolver todas las pertenencias decorativas secuestradas. Para mayor satisfacción de la lora, también fue devuelto el dinero usado durante el rodaje.

Moraleja: ama a los animales, vende tu escopeta o estudia las leyes.













La llama llamativa

Ella era un camélido artístico o con algunos planes en ese sentido, porque de llamarse Rosa Glama pasó a llamarse Rose Marie Glamour de la Tour de Saint Jacques; lo que no deja de ser un trabajo que requiere del concurso del pensamiento y la virtud; del pensamiento en su faz ladina, de la virtud en su perfil de astucia. Evidentemente fue la primera llama que no quiso ser latinoamericana. Con cierto mérito para las tablas, cruzó el Atlántico y llegó a España para mentir. De entrada, le declaró al toro de la aduana que se sentía predestinada para trabajar como relacionadora pública en La Maestranza. Cumplió su sueño en la famosa plaza de toros por una temporada y cuando comenzó a vagabundear por Sevilla, la invitaron a que abandona el reino tratándola de sudaca. Luego, mintió en Italia diciéndole a un león romano que su verdadera ambición era trabajar a su lado en el circo. Y pasó por el león y por el circo. Después, siguió engañando en Atenas donde logró conquistar a un pura sangre de carrera que también había pasado a ser un corcel de carruaje con jornada completa. Al principio de la relación, el caballo griego creía en sus bellas palabras, pero pronto se dio cuenta de que la llama era como los doctores del FMI, veterinarios que te dan la receta a cambio de un pagaré, ya que sólo quería conseguir los beneficios del matrimonio luego de firmar los papeles. Debió haberse quedado callada y tranquila. No pasó mucho tiempo cuando viajó sola a Medio Oriente, donde engañó a un burro samaritano que la creyó asaltada y herida, aunque en realidad la llama le tendió una trampa para herirlo y asaltarlo. Como podemos ver, Rose Marie Glamour no vacilaba en practicar el arte de la maldad a la hora de conseguir algún dinero. Estaba en Arabia, muy bien hospedada en un Four Season, cuando conoció a un rico camello que la integró a su harén y la colmó de sedas, joyas, viajes, hijos y carteras. Una mañana que la llamativa se encontraba haciendo unas tramoyas financieras en un banco para girar dinero al exterior, fue llevada ante el gerente general que resultó ser su marido. A partir de ese momento ya no tuvo más ganas de mentir y fue así como perdió carteras, hijos, viajes, joyas y sedas. Tarde aprendió la desdichada que una llama le puede mentir a un toro, a un león, a un caballo y a un burro, pero jamás a un camello, simplemente porque éste siempre la estará observando desde arriba.

Moraleja: desconfía de los jorobados.









El mono y las moscas

En el bosque se podía decir en voz baja que el mono era progresista, pero afirmar esto en presencia del rey león, podía traer graves problemas. Por otro lado, el mono siempre actuaba en consecuencia y no perdía oportunidad para difundir sus ideas en la selva donde no todo era tan libre como se pregonaba. No vamos a revelar la fuente de dónde el mono y su familia había obtenido esa formación e información, sí podemos decir que entre todos los suyos fundaron un movimiento al que le pusieron MONADA (MOvimiento NAtural por los Derechos de los Animales). Esta asociación se expandió por todos los rincones y consiguieron muchos adherentes de las más variadas especies. Su planes de acción apuntaban a defender libertades desconocidas en el jungla, como aquellas ligadas a las libertades sexuales, a la defensa ecológica del hábitat (término que el león nunca quiso tragar) y a promover los derechos de todos los animales, que no son pocos, porque un animal no sólo tiene derecho a emigrar sino también, a inmigrar y a promover el multiculturalismo, palabra que a su melenuda majestad terminó sacando de quicio y mandó a secuestrar al líder primate, lector de Darwin, de Marx y de Freud.

La mano de obra desocupada se encargó del operativo captura cuando el líder de los monos estaba tomando su baño matutino. Los que hicieron el trabajo sucio de agarrar al mono, atarlo y esconderlo en una cueva que en la arena habían cavado los cocodrilos, fueron los hipopótamos, Quién iba a sospechar de los hipopótamos si nunca se meten con nadie. Menos mal que un rinoceronte pudo observar el hecho desde la ribera del río y se lo hizo notar a su pájaro mosquitero; ave que como todos sabemos siempre esta encima de todo rinoceronte por un acuerdo mutuo. El anfitrión le pidió a su huésped que hiciera un esfuerzo y que al menos por unas horas, en lugar de comerse las moscas que se acercaban a molestarlo, las pusiera al tanto de lo ocurrido para que volaran con la noticia hasta la familia de la víctima. Gracias a esta información el líder pudo ser rescatado a tiempo de las fauces de una cocodrila reaccionaria que ya estaba a punto de saborear el plato del día. Y desde ese día, los monos y las moscas se hicieron grandes amigos. A pesar de sus defectos, las moscas se sumaron a la organización y cada día son más progresistas.

Moraleja: por si las moscas, no aprendamos del león, aprendamos del mono que fuimos.

















La nutria y los nutrientes

La justicia social en la granja no se practicaba con demasiado entusiasmo. Al mismo tiempo que los canarios recibían un menú exquisito y delicado, los gazapos crecían descalcificados y raquíticos porque a las conejas ya las habían hecho plata. Mientras que a los caballos de carrera los revisaba un veterinario que manejaba una 4 x 4, a los charitos de los ñandúes los atendía una curandera que no tenía ni bicicleta. Estas diferencias injustas promovían los vicios de la violencia. Había serios problemas de conducta entre los potrillos y potrancas, cuyos padres sin linaje trabajaban todo el día. La parte educativa en el chiquero dejaba mucho que desear, ya que los marranos adolescentes habían pasado de los cigarrillos a la marihuana y de ésta al paco que los terminaba de destruir. Entre tanto desorden, un buen día apareció una nutria que se había casado con un visón de cuantiosa fortuna, lo que le permitió dedicarse a la tarea social. Lo primero que hizo la nutria fue estudiar nutrición y deportes en la universidad de las comadrejas. Ese mismo invierno, con la venta de todas las piles que había en su ropero, instaló un comedor escolar. Fue así como cada animal sin distinción de raza, credo o color, comenzó a tener su dosis diaria de proteínas, hidratos de carbono, vitaminas y mineral que todo organismo requiere. No faltó la vizcacha envidiosa que practicó la calumnia diciendo que la nutria actuaba por arrepentimiento, ya que antes de casarse con el visón, había ejercido la profesión de coneja. No faltó el tapir que la denunció de hacer exhibiciones obscenas cuando ella se despojó de su propio abrigo de piel para seguir sosteniendo el comedor escolar. En contra de la trabajadora social se utilizaron todas las maldades que andaban sueltas por la granja. Los acusadores infames con la ayuda de los medios no pararon hasta que la nutria fue llevada a juicio, donde fue condenada por falta de recato y por no observar las buenas costumbres, por lo que fue condenada a volver a usar su tapado de piel aunque tuviera que ir a trabajar a un chiquero.

Moraleja: ante la gravedad de las injusticias sociales lo mejor es cambiar de piel.























El ñacurutú y la ñandú

Árboles como el ñandubay, arbustos como el ñapindá y aves como el ñacurutú se enamoran en primavera, La nñandu de esta historia se llamaba Ñapa y su enamorado, Ñato. Lástima que era el ñandú equivocado porque el Ñato no le daba ni la hora. La ñandú con su corazón hecho pedazos se dedicó a escribir poemas con la ayuda del ave, del arbusto y del árbol ya mencionados. Demás está decir que todo lo que escribía se lo dedicaba al fulano que estaba dedicado al comercio de plumas

Ñapa seguía escribiendo y no lo hacía mal, gracias a los temas que le sugería el ñandubay, que como muchos otros árboles también escribía; ambos se leían y se soportaban. El ñandubay le había entregado unas hojas con unas bellas leyendas. Una de ellas era la historia del ñapindá, que antes de ser un arbusto con espinas había sido, en su otra vida, un indio guaraní que murió de amor. El ñapindá se puso tan orgulloso que comenzó a florecer y a perfumar

El arte de Ñapa tenía un admirador y era Ñacu, un ñacurutú que coleccionaba leyendas trasmitidas oralmente. El ave nocturna, entre otras cosas, soñaba que en su otra vida había diso un indio tupí. Ñacu le entrego a Ñapa, ya convertida en dirigente vitalicia de ÑACATE (ñanduzas argentinas con alma, talento y escritura), un poema sobre los guaicurúes y los tupíes, para que puderia apreciar sus condiciones, acaso sin saber que las avestruces locales cuando se vuelven conocidas sólo se leen así mismas y no leen a nadie más:

CANTO DE LOS GUAICURÚES A LOS TUPÍES (*)

Carcajadas ayer soltaba un contento guaycurú,
ahora sueltas llantos convertido en urutaú.

En las hordas de machicuys competían los borrachos.
hoy compiten como avispas por las flores del lapacho.

Navegando los payaguáes llegaron al Iguazú,
caminando bajo tierra van formando un tacurú.

Guerrero fue el mocoví a orillas del Ipitá,
ahora es río Bermejo, y el mocoví, yarará.

En el reino de la noche los tupíes buscan luz,
hay uno que escribe en la selva oscura, es este ñacurutú.


(*) Junto con el escrito, el ñacurutú le entregó un glosario
para ponerla al día con todos los nombres propios y sustantivos aparecidos en el canto:
Guaycurúes, machicuys, payaguáes y tupíes, son etnias guaraníes con lenguas propias.
Urutaú, ave insectívora nocturna que durante la noche emite un sonido que recuerda a un llanto.
Iguazú, uno de los ríos afluentes del Paraná.
Tacurú, hormiguero de tierra dura construidos por la hormiga Camponotus punctulatus.
Ipitá, voz guaraní que significa agua colorada. El río Ipita o Bermejo, sirve de límite natural
entre las provincias argentinas de Chaco y Formosa.

La relación entre ñandú y ñacurutú se volvió familiar, pero no pasó de una amistad de plumas. Ñacu le presentó a toda su familia, entre la que había una ñacurutú vidente, a quien llamaban cariñosamente Ña Lechuza porque era famosa por sus gualichos. La ñandú con mayor razón sentimental le pidió turno para que la atendiera, ya que seguía enamorada del Ñato y no quería que el candidato a marido se le escapara. Entre ellas se entendieron a las mil escobas y no pasó mucho tiempo que el Ñato se presentó ante la curandera para curar un mal de amor que le estaba trayendo mucha yeta. La profesional se lo curó a tiempo y el remedio que le dio se llamaba Ñapa.

La pareja ha formado un hogar feliz y muy pronto va a aumentar. Los huevos que ella ha puesto los está incubando el Ñato, porque su esposa ha tomado la escritura muy en serio, además ha conseguido varios alumnos. Dicho sea de paso, Ñapa ya está publicando en la Revista Ñoño. ¡Ñácate!

Moraleja: la pluma de la poesía te cura sin hablarte del remedio.





























a Osvaldo Sánchez Salgado, deliciOSSO amigo
que he cosechado en la huerta de la amistad
que cultiva Luisa Valenzuela.
El oso hormiguero y los ornitorrincos

Soy un mono bastante ocupado, las cosas están difíciles y los hijos todo el tiempo están pidiendo algo; en ese algo la tecnología es casi todo. Además, ejercer la presidencia de MONADA (Movimiento Natural por los Derechos de los Animales) me lleva mucho tiempo y en la jungla las cosas están cada vez más difíciles. Nuestros socios todo el tiempo están reclamando algo; para eso estamos. No escribo todo esto para quejarme, al contrario, le quiero contar a toda la selva algo maravillOSO.

Hace un par de años atrás recibí un llamado de nuestro corresponsal en la provincia del Chaco, donde las cosas siempre han estado sumamente complicadas: sequías, incendios, corrupciones, pestes y otras calamidades y miserias. Un oso hormiguero requería de un urgente tratamiento médico, el pobre estaba famélico, llevaba un mes buscando alimento y no encontraba nada para comer. Daba la casualidad que ese día me llama un corresponsal desde Australia, que siempre tiene graves problemas con los canguros y sus derechos que día a día están siendo cercenados, pero no me llamaba para contarme lo que todos ya sabíamos, sino para pedirme un oso hormiguero. Su llamado me vino como anillo al dedo y gracias a la oportuna gestión de una buena embajadora australiana que era bichera, es decir, muy amiga de todos nosotros los bichos, esa semana nuestro socio chaqueño, ya bien atendido y recuperado, estaba viajando hacia Sidney.

Desde hace varios meses estamos recibiendo unos importantes depósitos en nuestra cuenta de la asociación. Cuando averigüé de dónde venía esa plata, supe que venía de Australia. Inmediatamente llamé a la señora embajadora para darle las gracias. Ella estuvo muy atenta, aunque me avisó que ni su gobierno ni su persona tenían algo que ver con esas contribuciones. Seguí averiguando porque era un deber agradecer esa ayuda económica, ya que en nuestra organización sale más plata de la que entra. Entonces me comuniqué con nuestro canguro y él me puso al día. El oso hormiguero ya no trabajaba más en el zoológico de Sidney, porque había pasado a ser un importante empresario de la industria minera local. Pedí más detalles y aunque prometí mantenerlos bajo reserva, el canguro no quiso contarme aquello que según él, debía contármelo el señor oso hormiguero, que también es muy generoso con la asociación australiana de canguros.

Esta semana recibí su correo y un nuevo depósito. El oso hormiguero está trabajando con los ornitorrincos, a quienes les ha enseñado a buscar y a extraer oro en los ríos y en los lagos de Australia, Tasmania y alrededores.

Moraleja: donde unos ven basura otros ven riqueza.
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El perro y sus pulgas

El perro Demonio tenía pasaporte norteamericano. Era un patán de la capital del mundo, pero no circulaba por el Bronx sino por Park Avenue. Demás está decir que nació y se escapó de un circo, que más de una vez estuvo preso y que también pasó fugazmente por un programa de televisión. La característica principal de este animal doméstico era que le gustaba vivir a todo trapo. Los mejores departamentos, los mejores restaurantes, las mejores perras.
Su primera dueña fue una decoradora que vivía en matrimonio con otra, lo que provocó en esta mascota una crisis de curiosidad afectiva, trauma que superó cuando entraron a robar. Después se supo que los autores materiales del delito habían sido enviados por una ex amiga de la decoradora. Entre lo robado estaba demonio, por eso cuando los malhechores fueron capturados, el perro también tuvo su cuota de celda. Cierto día de mucho ajetreo policial a la hora del happy hour, Demonio se escapó y se refugió en el Central Park donde prosiguió con su bohemia y su atletismo.
Su segundo dueño también fue muy especial, era estilista, es decir, peluquero de señoras. Volver a tener dos jefes de hogar no le provocó ningún tipo de curiosidad, sólo que se agarró las pulgas del acompañante del peluquero. Rápidamente Demonio se acostumbró a sus pulgas y las amaestró con fines artísticos. Ellas lo asistían a la hora de los disfraces y ordenadas en filas horizontales sobre el lomo del animal lograban un demonio de Tasmania que divertía a la cofradía del peluquero, quien había armado una rutina con Demonio. El aro de fuego fue lo que provocó el incendio que los obligó a todos a buscar nuevos domicilios.
Su última y tercera dueña fue una actriz y con ella nunca tuvo problemas de curiosidad, matrimonios, parejas o parásitos, la representante del séptimo arte era virgen. La biografía de Demonio termina con el perro embalsamado. Resulta que la alumna de la academia de Lee Strasberg convocó en su pent-house a una conferencia televisiva para anunciar que en su próximo film perdería su virginidad antes las cámaras. No estaba previsto que el perro se presentara en vivo y en directo, pero lo hizo y disfrazado de Demonio de Tasmania. Velozmente aparecieron científicos de universidades vecinas para apoderarse del animal que creían extinguido y también llegaron reporteros de otros canales que derribaron la puerta y entraron repartiendo puñetazos. Los dueños de la nota trataban de defenderse y llamaron a otros periodistas en su auxilio; los que llegaron con armas de fuego. En el fragor de la batalla murieron un par de científicos y también, algunos hombres de las cámaras, el perro y casi todas sus pulgas. Las pocas pulgas que se salvaron de la refriega, vivieron algunos años en la intimidad de la actriz, pero disfrazadas de ladilla, o como dicen los franceses con romántico eufemismo, de papillon d’amour.

Moraleja: Otra hipótesis para un atentado: una norteamericana virgen.























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El quebrantahuesos y el quirquincho

Así como los seres humanos cometen actos inhumanos, nunca falta el animal que comete un hecho inanimal. La historia despiadada y horrible del quebrantahuesos ya fue ventilada en todos los medios, no por eso la vamos a pasar por alto. Otras noticias espantosas la han tapado, pero aquí no estamos para el olvido. Como toda ave codiciosa y carroñera, ayudado por un médico chimango y un buitre abogado, el quebrantahuesos formó eso que los halcones llaman una asociación ilícita para cometer hechos horrendos y siniestros contra el orden natural y que por supuesto, son delitos no excarcelables. El modus operandis de esta banda nocturna consistía en buscar incautos que a cambio de algún vil metal sufrieran un accidente para después cobrar un seguro bajo la promesa, que nunca se cumplía, de repartir lo que la compañía de seguros tenía que pagar después del pleito consabido.

Las victimas aún están muy dolidas y defraudadas. Son testigos de esas fechorías varios pavos que todavía arrastras una pata rota y muchos patos que no van a poder volar nunca más porque sus alas fueron quebradas. La lista casi completa está en manos de la justicia, la que no tuvo más remedio que actuar cuando un quirquincho hizo la denuncia. Éste declaró que el quebrantahuesos lo llevó como siete veces hasta las alturas y luego lo soltaba para que cayera y se reventara en el fondo rocoso de un precipicio, mas él se hacía una bola y sobrevivía después de cada golpazo. Menos mal que en la última caída, su cuerpo cayó al lado de una cueva y logró escapar. Con lo poco que le habían pagado, viajó y pudo llegar hasta los estrados judiciales y acusar a los criminales. Por supuesto que fueron condenados, sin embargo, desde la cárcel éstos se vengaron y lo mandaron a liquidar. Pero el alma del noble quirquincho ha podido más, ya que cada vez que puede, vuelve a cantar su dolor transformado en charango.

Moraleja: el Más Allá no está tan lejos como pensamos.















La rana y el ratón

Una rana bien hablada puso una academia de oratoria para aprovechar sus propias habilidades. Su primer alumno fue un ratón general que tenía un gran poder armamentista y muy poco poder expresivo; como todo militar. Durante la primera clase el roedor escuchó los argumentos de tres conceptos primordiales.

1º Nada de andar leyendo papeles, papelitos o papeluchis ante el público.
2º Preparar la retórica redactando un discurso corto, claro y convincente.
3º Aprenderse de memoria esa redacción, que a su vez debe estar dividida en tres partes:

a) Saludo
b) Cuerpo principal
c) Despedida.

En la segunda clase el ratón fue llevado hasta un teatro lírico y aprendió a dominar el pánico escénico asustando a una gata soprano.

En la tercera, ante un auditorio repleto de sapos mal educados y ranas mal educadas que nunca dejaron de hablar entre ellas, el ratón tuvo que improvisar una alocución que debía incluir las tres partes de todo discurso, es decir, saludar, tocar el tema principal y despedirse. La academia comenzó a crecer y cada vez más animales querían tomar cursos para dominar el arte de la oratoria. Se abrieron filiales en el interior del país y muchas ranas llegaron a ser doctoras en la materia.

El ratón nunca se perdió una clase con las ranas y también tomó otras de redacción. Después de hacer muchas correcciones, pasó en limpio un texto que según la rana directora, alcanzó cierta luz inteligencia. Hacia fines de año, volvió al auditorio repleto para poner en práctica lo que había aprendido. Fue así como pronunció sus emotivas palabras a viva voz, con un ritmo lento y pausado, mirando a los ojos de la concurrencia por si esto o aquello no entraba por los oídos, entraría directamente por la vista de la concurrencia. A pesar de todo, el militar logró algunos aplausos y la rana profesora fue felicitad por la directora y por presidenta de la academia.

Clase tras clase, el ratón fue perfeccionando su arte de hablar en público. La rana directora le recordó que se aproximaba el examen final, donde debería pronunciar un brillante discurso ante todos sus camaradas de armas, a los que él debería invitar. Con este importante desafío, no sólo probaría su poder de convocatoria sino que también su poder como orador. Si sus propios invitados no concurrían al acto y luego, éstos no se conmovían antes sus palabras, no recibiría el título que entregaba la academia y tendría que rendir todas las materias de nuevo. La rana también le informó que de salir triunfante de esa doble prueba, recibiría el título de oratoria en esa solemne ceremonia, acto al cual iban a concurrir todas las ranas académicas, los miembros de número y los corresponsales del interior, más las doctoras de la lengua y miembros de otras academias nacionales. De paso, la rana profesora le avisó que al final del acto, se iba a servir un cóctel con canilla libre, con distintos frutos de mar en el buffet froid y diversos quesos en el buffet chaud y que después del brindis con champagne, los alumnos graduados en el arte de la oratoria, abrirían el baile con las ranas más elegantes.
He aquí el discurso que pronunció el general ratón ante todos sus camaradas. Pieza oratoria que se ajustó al mandato académico de constar sólo de cien palabras. Veinte para el saludo, cincuenta para el tema convocante y treinta para la despedida:

Valientes ratones, mientras los miro uno por uno,
voy saludándolos diciéndoles:
la patria nos pide prepararnos para una nueva guerra.

Sepan que nuestros enemigos comunes no son los gatos sino las RANAS.

Bajo el pretexto de que sirven para eliminar mosquitos del dengue,
se multiplican por todas partes gracias a la oratoria,
pero su hora gloriosa ha terminado,
esos y otros mosquitos serán para la fuerza aérea de los murciélagos.

Me despido diciéndoles que la disyuntiva es clara: ¡ellas o nosotros!
Con mi abrazo va una recompensa:
medio de kilo de queso tendrá cada soldado ratón que elimine a una rana.

Luego de despachar a la rana directora, eliminaron a la profesora. No quedó una rana académica que no fuera decapitada, incluyendo a las mencionadas doctoras, los miembros de número y los corresponsales. Un ejército de ratones enfurecidos causó un tendal de batracios muertos, matanza que siguió con los parientes de las ranas, los sapos. Tanto engordaron los ratones que una academia felina puso fin a una masacre, pero había empezado otra.

Moraleja: toda academia es un peligro.
























Los sábalos y las sirenas

Los sábalos estaban muy preocupados por las sirenas de Buenos Aires. Ellas creían estar triunfando en la televisión, no se daban cuenta de que el rengo que las manejaba las terminaría explotando. Tampoco era cuestión de decirles: Vengan chicas a Santa Fé que aquí lo van a pasar bien y así no siguen cayendo en las garras de esos directores y productores de TV que después les pasan la factura, es decir, no les quedará otra que acostarse con ellos. Era necesario tener un poderoso motivo para sacar a las sirenas del mundanal ruido. Los sábalos también tenían sus motivos para luchar en contra de la depredación del sistema ecológico, ya que habían sido víctimas de la pesca indiscriminada donde, parafraseando a Quino, muchos han amasado fortuna haciendo harina a los sábalos.

Hasta que por fin llegó el barco de Greenpeace y los sábalos usaron todos los medios a su alcance para convocar a las sirenas que estaban dejando su juventud en esos antros de perdición. La propuesta consistía en llamar a las sirenas para trabajar por una causa noble, la salvación del planeta tierra, la gran casa que está siendo vejada sistemáticamente en nombre del progreso por los monstruos marinos de las grandes empresas multinacionales.

Las sirenas se entusiasmaron, se despidieron del Obelisco, viajaron hasta Santa Fe y trabajaron un tiempo gratis repartiendo remeras con el logo de la famosa organización ecologista. Tiempo después, como no faltó alguien que les prometiera el oro y el moro, se fueron al Paraguay. Hemos sabido por algunos peces que bajan por el Paraná, que las sirenas no están viviendo en Asunción, sino en Ciudad del Este, donde han vuelto al cine y a la televisión para ejercer una profesión que no es precisamente la de actriz.

Moraleja: el arte nunca te regala nada
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La tortuga y el tucán

Y el universo sólo para no aburrirse ha seguido girando y es mejor que no se detenga, todavía puede suceder algo extraordinario. En esta revoltura de la olla universal, donde entre otras cosas los alimentos tienen sus colores en el espacio y los poemas, sus sabores en el tiempo, el Creador viene a ser algo así como el Gran Jefe de la Cocina, el único que tiene la sartén por el mango. A propósito del mango, un tucán paraguayo, sólo para no aburrirse se complicó la vida en este universo y se enamoró perdidamente de una tortuga correntina. Lástima que ella era demasiado lenta como para responder a las preguntas existenciales que el pájaro desde su pasión le hacía con la música del idioma guaraní. El ave colorida hizo lo posible y lo imposible para conquistar el corazón de la tortuga, que como todo el mundo lo sabía, había estado casada, pero después se separó y sólo para no aburrirse hizo todos los trámites del divorcio. Por otro lado, el tucán la llenaba de regalos y atenciones, pero la correntina no aflojaba.

Ante la frialdad de la tortuga, el tucán se vestía cada vez mejor y vivía pendiente de su presencia y de su ausencia. El tucán se despertaba y ya estaba sufriendo de tortugatícolis, una mezcla de dolor de cuello y corazón. Este sufrimiento se le pasaba un poco cuando le enviaba a la tortuga un ramo de jazmines que iba acompañado de un CD de la banda sonora de la película La Misión, ejecutada con flauta, oboe, violín y bajo continuo. Envío que el disfrutaba primero para después sufrir un poco más. Como no había respuesta alguna, cerca del mediodía, cuando los otros tucanes estaban almorzando, el despachaba otro envío. Un ramo de rosas rojas con un CD con las canciones de Tránsito Cocomarola cantadas por Ramona Galarza –la Ramona de la primera época- acompañada por acordeón y guitarra. Como tampoco había respuesta, antes del anochecer el tucán atacaba de nuevo con un ramo de orquídeas y un CD con las melodías del Pájaro Campana o los de Recuerdos de Ypacaraí, interpretados por un dúo de arpas.

La tortuga no se daba por enterada de este amor unilateral, guardaba los discos y usaba las flores para quedar bien con sus amigas. Como el tucán no se daba por vencido, le hacía llegar unos versos que la otra también guardaba:

He logrado hacerme amigo
hasta de la menor brisa
sólo para que me acerque
el sonido de tus pasos.

La tortuga en lugar de sonreír se escondía debajo de su caparazón. Así pasaron varios meses y casi al año el tucán murió víctima del desamor. Por esa misma fecha también falleció su marido y la tortuga comienza a extrañar no a quien había sido su esposo sino al tucán. Ya viuda, casi por partida doble, cada vez que salía y se encontraba con un tucán se acordaba de todas esas flores que nunca agradeció. Para colmo, se puso a leer una y otra vez todos los versos que estaban guardados y se puso a escuchar esa música melodiosa que el tucán enamorado había escuchado primero, pero ya era tarde, ya era melodiosamente tarde. Y así pasaron los meses y la tortuga sufría cada vez más. Una tarde de primavera, una de las terribles tardes del día de la primavera, la tortuga se decidió, se arregló, se puso bella y se permitió acercarse al amor; conquistaría al primer tucán que se le cruzara en su camino.

- Hola señor tucán ¿no quisiera ir al río conmigo?

- Gracias señora tortuga, pero no se ofenda, iría encantado con usted al río a festejar el día de la primavera, pero tengo una razón que usted sabrá comprender, las tortugas me traen malos recuerdos. Mi padre que estaba casi ciego se murió de amor por una tortuga que estaba sorda.

Moraleja: la pasión, para no aburrirse, pasa muchas veces; el amor para no complicarse, una sola.