miércoles, 10 de junio de 2009

El perro y sus pulgas

El perro Demonio tenía pasaporte norteamericano. Era un patán de la capital del mundo, pero no circulaba por el Bronx sino por Park Avenue. Demás está decir que nació y se escapó de un circo, que más de una vez estuvo preso y que también pasó fugazmente por un programa de televisión. La característica principal de este animal doméstico era que le gustaba vivir a todo trapo. Los mejores departamentos, los mejores restaurantes, las mejores perras.
Su primera dueña fue una decoradora que vivía en matrimonio con otra, lo que provocó en esta mascota una crisis de curiosidad afectiva, trauma que superó cuando entraron a robar. Después se supo que los autores materiales del delito habían sido enviados por una ex amiga de la decoradora. Entre lo robado estaba demonio, por eso cuando los malhechores fueron capturados, el perro también tuvo su cuota de celda. Cierto día de mucho ajetreo policial a la hora del happy hour, Demonio se escapó y se refugió en el Central Park donde prosiguió con su bohemia y su atletismo.
Su segundo dueño también fue muy especial, era estilista, es decir, peluquero de señoras. Volver a tener dos jefes de hogar no le provocó ningún tipo de curiosidad, sólo que se agarró las pulgas del acompañante del peluquero. Rápidamente Demonio se acostumbró a sus pulgas y las amaestró con fines artísticos. Ellas lo asistían a la hora de los disfraces y ordenadas en filas horizontales sobre el lomo del animal lograban un demonio de Tasmania que divertía a la cofradía del peluquero, quien había armado una rutina con Demonio. El aro de fuego fue lo que provocó el incendio que los obligó a todos a buscar nuevos domicilios.
Su última y tercera dueña fue una actriz y con ella nunca tuvo problemas de curiosidad, matrimonios, parejas o parásitos, la representante del séptimo arte era virgen. La biografía de Demonio termina con el perro embalsamado. Resulta que la alumna de la academia de Lee Strasberg convocó en su pent-house a una conferencia televisiva para anunciar que en su próximo film perdería su virginidad antes las cámaras. No estaba previsto que el perro se presentara en vivo y en directo, pero lo hizo y disfrazado de Demonio de Tasmania. Velozmente aparecieron científicos de universidades vecinas para apoderarse del animal que creían extinguido y también llegaron reporteros de otros canales que derribaron la puerta y entraron repartiendo puñetazos. Los dueños de la nota trataban de defenderse y llamaron a otros periodistas en su auxilio; los que llegaron con armas de fuego. En el fragor de la batalla murieron un par de científicos y también, algunos hombres de las cámaras, el perro y casi todas sus pulgas. Las pocas pulgas que se salvaron de la refriega, vivieron algunos años en la intimidad de la actriz, pero disfrazadas de ladilla, o como dicen los franceses con romántico eufemismo, de papillon d’amour.

Moraleja: Otra hipótesis para un atentado: una norteamericana virgen.























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El quebrantahuesos y el quirquincho

Así como los seres humanos cometen actos inhumanos, nunca falta el animal que comete un hecho inanimal. La historia despiadada y horrible del quebrantahuesos ya fue ventilada en todos los medios, no por eso la vamos a pasar por alto. Otras noticias espantosas la han tapado, pero aquí no estamos para el olvido. Como toda ave codiciosa y carroñera, ayudado por un médico chimango y un buitre abogado, el quebrantahuesos formó eso que los halcones llaman una asociación ilícita para cometer hechos horrendos y siniestros contra el orden natural y que por supuesto, son delitos no excarcelables. El modus operandis de esta banda nocturna consistía en buscar incautos que a cambio de algún vil metal sufrieran un accidente para después cobrar un seguro bajo la promesa, que nunca se cumplía, de repartir lo que la compañía de seguros tenía que pagar después del pleito consabido.

Las victimas aún están muy dolidas y defraudadas. Son testigos de esas fechorías varios pavos que todavía arrastras una pata rota y muchos patos que no van a poder volar nunca más porque sus alas fueron quebradas. La lista casi completa está en manos de la justicia, la que no tuvo más remedio que actuar cuando un quirquincho hizo la denuncia. Éste declaró que el quebrantahuesos lo llevó como siete veces hasta las alturas y luego lo soltaba para que cayera y se reventara en el fondo rocoso de un precipicio, mas él se hacía una bola y sobrevivía después de cada golpazo. Menos mal que en la última caída, su cuerpo cayó al lado de una cueva y logró escapar. Con lo poco que le habían pagado, viajó y pudo llegar hasta los estrados judiciales y acusar a los criminales. Por supuesto que fueron condenados, sin embargo, desde la cárcel éstos se vengaron y lo mandaron a liquidar. Pero el alma del noble quirquincho ha podido más, ya que cada vez que puede, vuelve a cantar su dolor transformado en charango.

Moraleja: el Más Allá no está tan lejos como pensamos.















La rana y el ratón

Una rana bien hablada puso una academia de oratoria para aprovechar sus propias habilidades. Su primer alumno fue un ratón general que tenía un gran poder armamentista y muy poco poder expresivo; como todo militar. Durante la primera clase el roedor escuchó los argumentos de tres conceptos primordiales.

1º Nada de andar leyendo papeles, papelitos o papeluchis ante el público.
2º Preparar la retórica redactando un discurso corto, claro y convincente.
3º Aprenderse de memoria esa redacción, que a su vez debe estar dividida en tres partes:

a) Saludo
b) Cuerpo principal
c) Despedida.

En la segunda clase el ratón fue llevado hasta un teatro lírico y aprendió a dominar el pánico escénico asustando a una gata soprano.

En la tercera, ante un auditorio repleto de sapos mal educados y ranas mal educadas que nunca dejaron de hablar entre ellas, el ratón tuvo que improvisar una alocución que debía incluir las tres partes de todo discurso, es decir, saludar, tocar el tema principal y despedirse. La academia comenzó a crecer y cada vez más animales querían tomar cursos para dominar el arte de la oratoria. Se abrieron filiales en el interior del país y muchas ranas llegaron a ser doctoras en la materia.

El ratón nunca se perdió una clase con las ranas y también tomó otras de redacción. Después de hacer muchas correcciones, pasó en limpio un texto que según la rana directora, alcanzó cierta luz inteligencia. Hacia fines de año, volvió al auditorio repleto para poner en práctica lo que había aprendido. Fue así como pronunció sus emotivas palabras a viva voz, con un ritmo lento y pausado, mirando a los ojos de la concurrencia por si esto o aquello no entraba por los oídos, entraría directamente por la vista de la concurrencia. A pesar de todo, el militar logró algunos aplausos y la rana profesora fue felicitad por la directora y por presidenta de la academia.

Clase tras clase, el ratón fue perfeccionando su arte de hablar en público. La rana directora le recordó que se aproximaba el examen final, donde debería pronunciar un brillante discurso ante todos sus camaradas de armas, a los que él debería invitar. Con este importante desafío, no sólo probaría su poder de convocatoria sino que también su poder como orador. Si sus propios invitados no concurrían al acto y luego, éstos no se conmovían antes sus palabras, no recibiría el título que entregaba la academia y tendría que rendir todas las materias de nuevo. La rana también le informó que de salir triunfante de esa doble prueba, recibiría el título de oratoria en esa solemne ceremonia, acto al cual iban a concurrir todas las ranas académicas, los miembros de número y los corresponsales del interior, más las doctoras de la lengua y miembros de otras academias nacionales. De paso, la rana profesora le avisó que al final del acto, se iba a servir un cóctel con canilla libre, con distintos frutos de mar en el buffet froid y diversos quesos en el buffet chaud y que después del brindis con champagne, los alumnos graduados en el arte de la oratoria, abrirían el baile con las ranas más elegantes.
He aquí el discurso que pronunció el general ratón ante todos sus camaradas. Pieza oratoria que se ajustó al mandato académico de constar sólo de cien palabras. Veinte para el saludo, cincuenta para el tema convocante y treinta para la despedida:

Valientes ratones, mientras los miro uno por uno,
voy saludándolos diciéndoles:
la patria nos pide prepararnos para una nueva guerra.

Sepan que nuestros enemigos comunes no son los gatos sino las RANAS.

Bajo el pretexto de que sirven para eliminar mosquitos del dengue,
se multiplican por todas partes gracias a la oratoria,
pero su hora gloriosa ha terminado,
esos y otros mosquitos serán para la fuerza aérea de los murciélagos.

Me despido diciéndoles que la disyuntiva es clara: ¡ellas o nosotros!
Con mi abrazo va una recompensa:
medio de kilo de queso tendrá cada soldado ratón que elimine a una rana.

Luego de despachar a la rana directora, eliminaron a la profesora. No quedó una rana académica que no fuera decapitada, incluyendo a las mencionadas doctoras, los miembros de número y los corresponsales. Un ejército de ratones enfurecidos causó un tendal de batracios muertos, matanza que siguió con los parientes de las ranas, los sapos. Tanto engordaron los ratones que una academia felina puso fin a una masacre, pero había empezado otra.

Moraleja: toda academia es un peligro.
























Los sábalos y las sirenas

Los sábalos estaban muy preocupados por las sirenas de Buenos Aires. Ellas creían estar triunfando en la televisión, no se daban cuenta de que el rengo que las manejaba las terminaría explotando. Tampoco era cuestión de decirles: Vengan chicas a Santa Fé que aquí lo van a pasar bien y así no siguen cayendo en las garras de esos directores y productores de TV que después les pasan la factura, es decir, no les quedará otra que acostarse con ellos. Era necesario tener un poderoso motivo para sacar a las sirenas del mundanal ruido. Los sábalos también tenían sus motivos para luchar en contra de la depredación del sistema ecológico, ya que habían sido víctimas de la pesca indiscriminada donde, parafraseando a Quino, muchos han amasado fortuna haciendo harina a los sábalos.

Hasta que por fin llegó el barco de Greenpeace y los sábalos usaron todos los medios a su alcance para convocar a las sirenas que estaban dejando su juventud en esos antros de perdición. La propuesta consistía en llamar a las sirenas para trabajar por una causa noble, la salvación del planeta tierra, la gran casa que está siendo vejada sistemáticamente en nombre del progreso por los monstruos marinos de las grandes empresas multinacionales.

Las sirenas se entusiasmaron, se despidieron del Obelisco, viajaron hasta Santa Fe y trabajaron un tiempo gratis repartiendo remeras con el logo de la famosa organización ecologista. Tiempo después, como no faltó alguien que les prometiera el oro y el moro, se fueron al Paraguay. Hemos sabido por algunos peces que bajan por el Paraná, que las sirenas no están viviendo en Asunción, sino en Ciudad del Este, donde han vuelto al cine y a la televisión para ejercer una profesión que no es precisamente la de actriz.

Moraleja: el arte nunca te regala nada
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La tortuga y el tucán

Y el universo sólo para no aburrirse ha seguido girando y es mejor que no se detenga, todavía puede suceder algo extraordinario. En esta revoltura de la olla universal, donde entre otras cosas los alimentos tienen sus colores en el espacio y los poemas, sus sabores en el tiempo, el Creador viene a ser algo así como el Gran Jefe de la Cocina, el único que tiene la sartén por el mango. A propósito del mango, un tucán paraguayo, sólo para no aburrirse se complicó la vida en este universo y se enamoró perdidamente de una tortuga correntina. Lástima que ella era demasiado lenta como para responder a las preguntas existenciales que el pájaro desde su pasión le hacía con la música del idioma guaraní. El ave colorida hizo lo posible y lo imposible para conquistar el corazón de la tortuga, que como todo el mundo lo sabía, había estado casada, pero después se separó y sólo para no aburrirse hizo todos los trámites del divorcio. Por otro lado, el tucán la llenaba de regalos y atenciones, pero la correntina no aflojaba.

Ante la frialdad de la tortuga, el tucán se vestía cada vez mejor y vivía pendiente de su presencia y de su ausencia. El tucán se despertaba y ya estaba sufriendo de tortugatícolis, una mezcla de dolor de cuello y corazón. Este sufrimiento se le pasaba un poco cuando le enviaba a la tortuga un ramo de jazmines que iba acompañado de un CD de la banda sonora de la película La Misión, ejecutada con flauta, oboe, violín y bajo continuo. Envío que el disfrutaba primero para después sufrir un poco más. Como no había respuesta alguna, cerca del mediodía, cuando los otros tucanes estaban almorzando, el despachaba otro envío. Un ramo de rosas rojas con un CD con las canciones de Tránsito Cocomarola cantadas por Ramona Galarza –la Ramona de la primera época- acompañada por acordeón y guitarra. Como tampoco había respuesta, antes del anochecer el tucán atacaba de nuevo con un ramo de orquídeas y un CD con las melodías del Pájaro Campana o los de Recuerdos de Ypacaraí, interpretados por un dúo de arpas.

La tortuga no se daba por enterada de este amor unilateral, guardaba los discos y usaba las flores para quedar bien con sus amigas. Como el tucán no se daba por vencido, le hacía llegar unos versos que la otra también guardaba:

He logrado hacerme amigo
hasta de la menor brisa
sólo para que me acerque
el sonido de tus pasos.

La tortuga en lugar de sonreír se escondía debajo de su caparazón. Así pasaron varios meses y casi al año el tucán murió víctima del desamor. Por esa misma fecha también falleció su marido y la tortuga comienza a extrañar no a quien había sido su esposo sino al tucán. Ya viuda, casi por partida doble, cada vez que salía y se encontraba con un tucán se acordaba de todas esas flores que nunca agradeció. Para colmo, se puso a leer una y otra vez todos los versos que estaban guardados y se puso a escuchar esa música melodiosa que el tucán enamorado había escuchado primero, pero ya era tarde, ya era melodiosamente tarde. Y así pasaron los meses y la tortuga sufría cada vez más. Una tarde de primavera, una de las terribles tardes del día de la primavera, la tortuga se decidió, se arregló, se puso bella y se permitió acercarse al amor; conquistaría al primer tucán que se le cruzara en su camino.

- Hola señor tucán ¿no quisiera ir al río conmigo?

- Gracias señora tortuga, pero no se ofenda, iría encantado con usted al río a festejar el día de la primavera, pero tengo una razón que usted sabrá comprender, las tortugas me traen malos recuerdos. Mi padre que estaba casi ciego se murió de amor por una tortuga que estaba sorda.

Moraleja: la pasión, para no aburrirse, pasa muchas veces; el amor para no complicarse, una sola.

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