miércoles, 10 de junio de 2009

______________A Luisa Valenzuela, por el desafío______________

Las arañas y las abejas

Las arañas estaban cansadas de esperar un mundo mejor, para colmo de males, en sus telas sólo quedaban atrapadas moscas estúpidas. Sin darle más vueltas al asunto, estudiaron el panorama y llegaron a una conclusión: hacer negocios por Internet. Fue así como decidieron poner un aviso en la Web anunciando, con bombos y platillos, la inauguración de dos importantes agencias, una sentimental donde los seres solitarios podrían encontrar pareja; y otra, una agencia de viajes para que los enamorados a primera vista pudieran disfrutar de una maravillosa luna de miel.

La primera en caer fue una abeja reina que buscaba un zángano como la gente. Su majestad no tuvo problemas para pagar los servicios de la agencia, las arañas aceptaron de buena gana un panal con jalea real de reconocidas propiedades afrodisíacas. Colgados los anuncios en los portales, llegó el día señalado. Para demostrar que la cosa iba en serio y que tenía un principio de legalidad, el encuentro no sería nocturno sino matinal. Desde temprano se encontraron más de mil zánganos sobrevolando un galpón esperando que las campanas de una escuela dieran las 12, hora en que la abeja reina vestida de novia saldría volando hacia el cielo y sólo el zángano con mejor estado atlético sería el elegido para cumplir su papel de marido, siempre y cuando la alcanzara y la poseyera en pleno vuelo.

Consumado el acto que legitimaba el matrimonio, ambos regresaron al galpón de las arañas para retirar los pasajes y cupones de la estadía del viaje que ya estaba pagado, pero las sinvergüenzas habían desaparecido sin dejar rastros. La abeja reina y su príncipe consorte no se hicieron mayores problemas porque estaban muy felices. Cuando llegaron a la colmena, observaron entre las abejas obreras una gran preocupación: había desaparecido un panal con propóleos preparado como hormiguicida. En el apuro de cerrar el trato con las arañas, la abeja reina se había equivocado y en lugar de enviar el panal con jalea real, había enviado el otro.

Al final las arañas estafadoras tuvieron su merecido. En esa noche de juerga no sólo quedaron duros los araños con “la jalea real”, sino las que se creían muy vivas fueron detenidas acusadas de envenenamiento. Luego, fueron procesadas y durante el juicio, halladas culpables de asesinato agravado por el vínculo. No obstante, las arañas en la cárcel no se han quedado tranquilas, siempre están tejiendo algo nuevo. Condenadas a cadena perpetua, tienen tiempo de sobra para planificar una fuga de película. Mientras tanto, con otras internas han organizado un taller literario.

Moraleja: el destino es la otra araña que también teje redes virtuales.














El burro y los elefantes bomberos

Fueron los elefantes bomberos los que quisieron incendiar al burro y sembraron toda clase de dudas acerca de lo que llevaba en sus alforjas. El rústico, cumplida su faena en la noria de la mina donde trabajaba toda la semana como burro, al llegar el viernes bajaba al pueblo, hacía los mandados, visitaba amigos y parientes y se iba a su casa. Como todos los burros, era metódico. De su trabajo salía a las cinco y apenas llegaba al poblado hacía las compras. A las seis y media, pasaba frente a la Iglesia cuyo obispo era un pavo real; a las siete menos cuarto, pasaba delante de la Comuna que dirigía un alcalde gorila; a las siete, frente al cuartel de los bomberos elefantes, quienes a falta de siniestros se dedicaban a chusmear, es decir, a usar la malidicencia para provocar pequeños incendios personales. El burro, que ya estaba acostumbrado a abrirse paso entre las llamas, lo tenía todo calculado y siempre llegaba a su casa a las ocho, por lo tanto, en el trayecto podía hacer más visitas. A las siete y cuarto, se tomaba un respiro frente a la tienda del gato sastre; a las siete y media, hacía otro alto frente a la farmacia del caballo; y por último, a las ocho menos cuarto, saludaba al cerdo de la panadería y de paso, compraba el pan. Fue este porcino, que ya había escuchado los rumores esparcidos por los elefantes, el primero en preguntar por su pesada carga.
-Vengo de una cantera y voy hacia un camino.-
Esa fue su única respuesta. El cerdo panadero quiso entender que el burro se dedicaba al contrabando de piedras, tal vez de piedras preciosas. Para no involucrarse, comenzó a hablar de lo cambiado que está el clima por culpa de los malos gobiernos.

Otro viernes, el que anduvo indagando por su carga fue el caballo que vendía remedios.
-Vengo de un mar inmenso y voy hacia un pequeño cielo.-
La hermética contestación dejó pensando al cuadrúpedo, quien supuso que era un cargamento de arena que escondía pepitas de oro. No queriendo comprometerse, el idóneo de farmacia habló muy bien de la personalidad del mar que se explaya con las olas, y de día el mar refleja el cielo, y de noche, las estrellas.

Otro fin de semana, fue el gato sastre que recibió el saludo de su amigo y para no dar puntada sin hilo, se puso a olfatear la carga poniendo cara de pregunta.
-Vengo de un bosque y voy hacia un desierto.-
El felino llegó a su propia conclusión, lo que traficaba el burro no era otra cosa que leña y no la quería mostrar porque era leña robada. Evitando involucrarse en un delito por ocultamiento, el gato se acordó de un bosque que le traía muy bellos recuerdos y exclamó con ironía: -¡Cómo están desapareciendo los bosques!

También los elefantes bomberos, hasta cuyas grandes orejas había llegado un caudal de piedras preciosas, de arena con pepitas de oro y de una leña mal habida, aunque de muy buena calidad, tuvieron su viernes cuando el burro, tranquilo como de costumbre, respondió:
-Lo que lleva ilumina aunque con el tiempo se apaga.-
Algunos elefantes apostaron por carbón de piedra; otros, por carburo. Fuera lo que fuera, no era para tanto, siempre y cuando, carbón o carburo, no constituyera una prueba de asociación ilícita por ser el botín de una defraudación reiterada con el concurso de más de dos imputados en el hecho delictivo. Fue así como la carga del asno se volvía cada vez más misteriosa y tales infidencias llegaron hasta la Comuna, lugar donde se entusiasmaban con las estadísticas y los impuestos. Sin lugar a dudas, el burro estaba ocultando un presunto comercio, oportuno argumento para que un viernes el gorila le saliera al cruce diciéndole:

-Vecino, en este formulario declare el contenido de su carga, en caso contrario, el cargamento será abierto por la fuerza y habrá de pagar el tributo que corresponde.-

No obstante, el plomizo, más sereno que nunca, le avisó que él no se hacía responsable si al abrir sus alforjas por la fuerza algo sumamente delicado explotaba en sus manos. El alcalde posó suavemente sus manos sobre la carga y sospechando que se trataba de dinamita, salió del difícil trance con otra pregunta:
-¿Lo que cargas en tus alforjas, construye o destruye?-
-Todo depende de su destino.- Respondió nuestro Rucio. El gorila, alejándose del burro, le ordenó que se marchara.

Un viernes que el pavo real andaba de palio vio venir al pecador con su misterioso cargamento, entonces monseñor detuvo la prosesión y le pidió al Equus asinus -ese era el nombre del burro en latín- que se confesara. Un círculo de feligreses inquisidores se formó junto al cuestionado burro, quien arrodillándose humildemente declaró:
-Vengo de un palacio donde florecen los recuerdos y voy hacia un huerto donde se siembra el olvido.-
La emplumada autoridad eclesiástica dedujo que sólo semillas constituían el cargamento del asno y pidió que se le abriera el paso, no sin antes de acercarle una cesta para que el mamífero dejara su diezmo.
Una madrugada se declaró un furioso incendio en la casa del burro. Hasta allí llegaron los elefantes para combatir el incendio causado por un exceso de leña en la cocina. Menos mal que del hambre del fuego se salvaron cientos y cientos de libros que nuestro Platero venía comprando y trayendo hasta su casa cada viernes. Quien lo hubiera dicho, al burro le gustaba leer.

Moraleja: en el incendio de la fama, el humo confunde a los famosos.










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La cabra y el carnero

Pasa hasta en las mejores familias, la cabra se enamoró de su primo el carnero. Todos sabían que ella estaba loca, pero igual se casaron; desde entonces él le mete los cuernos. Para que su esposo no perdiera su pasión elemental, la cabra decidió someterse a varias cirugías plásticas. Luego de consultar a diversos profesionales, su marido le recomendó a un pariente primate que operaba a las divas de los circos venezolanos y a las famosas de la televisión mexicana. El profesional ejercitaba su fama en Brasil y siempre pagaba buenas comisiones a quien le mandara clientes. El mono cirujano que además de peligroso era muy guapo, convenció a la cabra y ahí no más se puso a tomarle fotos para el antes y el después. Con la ayuda del bisturí, el rayo láser y todos los últimos adelantos de la cirugía y la criocirugía, la cabra mejoró su perfil, se arregló la papada, la bolsa de los ojos, se achicó las orejas y se sacó la cornamenta. En otra etapa de quirófano, se redujo las mamas y en cuanto pudo, también redujo su abdomen para recuperar la cintura. Por último, no sólo se levantó la cola sino que en sus partes más íntimas le hicieron un delicado zurcido japonés. En este operativo belleza, ella invirtió bastante lana, pero los resultados estéticos no fueron los esperados. Y qué podía esperar si el que la operó era un animal.

Moraleja: negocios con parientes se van por la pendiente.


















La chancha y los chanchullos

Avisado el cerdo panadero de la notable infidelidad de su mujer esperó que llegara el viernes para ver pasar al burro y hacerle una consulta, ya que él había leído muchos libros. En esa entrevista, el asno pidió más detalles que prometió guardar bajo el más estricto secreto profesional. Fue así como se enteró de que era un picaflor, un empleado de la panadería, el artífice de los invisibles cuernos del chancho. La tarea del apuesto y joven picaflor consistía en picotear las hogazas recién amasadas para que con el calor del horno no se inflaran en demasía. La otra tarea que se había propuesto el pájaro era seducir a su patrona; trabajo fino que había dado buenos resultados ya que la chancha infiel y cariñosa era dada a los placeres de la buena vida (*). Antes de emitir consejo, el plomizo burro lector se acordó de una película francesa titulada precisamente “La mujer del panadero”(* *): Ésta se fuga del hogar con un pastor. Por otro lado el panadero, quien se da cuenta de que la gata también ha hecho abandono de panadería, desesperado, no piensa en otra cosa que en emborracharse, pierde la cabeza y quiere quitarse la vida. No pasó mucho tiempo y la infiel esposa, ya sin plata sin amor, regresa a casa. Justo ese día también retorna la gata. Entonces el panadero decide no hablarle más a su mujer y sólo le hace irónicos reproches a la gata por su ingrato abandono. El drama llega a su fin cuando la mujer del panadero no aguanta más esa situación y se suicida.
El burro le aconsejó al porcino que consiguiera una gata lo antes posible y que hiciera una dramatización con el felino. A buen precio el gato sastre le alquiló unasobrina cuya única tarea sería escuchar. A los pocos días la chancha había oído varias veces la tragedia que su marido le contaba una y otra vez a la gata que no decía ni miau. Una mañana el picaflor presentó su renuncia indeclinable y esa misma noche, el cerdo panadero le permitió a la gata volver a la sastrería para que siguiera con el silencioso oficio de gatear. Gracias al oportuno consejo del burro, el mamífero panadero salvó sumatrimonio. Para evitar otras tentaciones, el chancho despidió también a un mono muy simpático cuyo trabajo era repartir el pan a domicilio, tarea que el cerdo tomó a su cargo. Fue así como volvió a ver a la gata unas cuantas veces más. En una ocasión la encontró en la farmacia del caballo y en otra oportunidad, la descubrió prestando su servicio en la casa del gorila, el alcalde del pueblo.

Moraleja: donde hay chanchos hay chiquero.

(*) Era una cerda de la piara de Epicuro.

(**) La femme du boulanger, film producido y dirigido por Marcel Pagnol, a partir de un episodio de la novela Jean le Bleu de Jean Giono.









Los delfines y la Diosa del Mar S.A.

¿Alguien ha visto alguna vez a la Diosa de las Aguas? Los delfines tampoco, aunque indirectamente trabajan para ella, es un holding multinacional. Donde hay mar hay comercio y esto siempre lo ha sabido y lo ha explotado esta sociedad anónima, empresa que maneja todos los océanos controlando sus inversiones y sus ganancias. Herederos de Neptuno Compañía de Ultramar, la Diosa de las Aguas S. A. por razones de impuestos cambia cada tanto de base operativa. Es probable que opere desde algún paraíso fiscal en alguna de las miles de islas del Caribe, islas con nombres inocentes como Islas Vírgenes, otras con nombres de santos, como Santa Lucía o San Bartolomé; y otras más sinceras porque llevan nombres adecuados: Caimán y Gran Caimán. Varias de estas islas se han independizado últimamente y dicen pertenecer a Latinoamérica, aunque en ellas se habla el idioma inglés o para disimular un poco, el francés. Alarmados los delfines por las consecuencias atroces de un sistema brutal que escapa a todas las leyes de la naturaleza, se reunieron en un congreso a orillas de la isla Navaza, que es una isla deshabitada y olvidada hasta por los turistas de Estados Unidos de Norteamérica que no saben que son los dueños de algo que es de Haití. Lo primero que se denunció en el encuentro delfinario fue el aumento indebido de las horas de trabajo, la caída del salario y la destrucción del hábitat marino por culpa de la polución que ha ido empeorando las condiciones laborales día tras día, ola tras ola. Esto explica el suicidio en masa de ciertas especies de ballena, las que hartas de luchar contra las “humanidades” de un capitalismo submarino y salvaje, han optado por quitarse la vida como última protesta. A partir de este congreso toda la fauna marina ha quedado en estado de alerta. Por lo pronto, los delfines han emitido un comunicado con sus reclamos. Ya saben los acuarios, los canales de televisión, las compañías cinematográficas y las agencias de publicidad, que empleen delfines para ganar dinero, que las cosas han cambiado, que ya no los van a poder arreglar con uno o que otro pescadito. Los delfines de lucro se acabaron, porque a partir de ahora para defenderse de las injusticias han creado un sindicato.

Moraleja: nunca más otro Flipper.














La estrella de mar y la esponja

La joven estrella de mar tenía dos vocaciones: bailar al ritmo de las olas y hacer esculturas. Para perfeccionarse en este último arte, tomó clases con una esponja escultora de cierto renombre. Las clases eran costosas y para poder pagarlas, se las arregló dando clases de baile. Tuvo éxito, le enseñó baile clásico a la medusa y danza contemporánea a unas cuantas algas marinas, las que hasta el día de hoy no paran de bailar al ritmo de las olas. Como alumna tuvo algunos contratiempos, roca que tallaba era desaprobada como obra de arte y piedra que unía graciosamente a otra piedra, era duramente criticada. Descorazonada, colgó el cincel y el martillo y puso toda su energía en la creación de una escuela de danza que le deparó bienestar y salud.

Como bailarina y profesora, recorrió todos los océanos y fue llamada prodigio del mar. En cuanto al arte de la escultura, la vida le dio una revancha. Invitada por un pulpo mecenas a tomar unas vacaciones en el mar Egeo, la estrella y su anfitrión asistieron a la inauguración de una muestra escultórica de una esponja de fama internacional. Grande fue su sorpresa al ver en esa exposición varias de sus obras de arte que tiempo atrás habían sido injustamente descartadas como tales. Aunque la “autora” de tales piezas no la pudo atender personalmente porque estaba dando un reportaje, la estrella tomó nota de los elevados precios de cuanto estaba expuesto, obras que se cotizaban con unas cifras que tenían tantos ceros como una fila de mejillones. La estrellada bailarina no pudo seguir averiguando más sobre vida y obra de la escultora porque en ese momento apareció Poseidón, gran amigo del pulpo, quien inmediatamente los invitó a un cóctel mucho mejor y con menos público en su nuevo palacio submarino.

La majestuosa residencia del dios de los mares aún no había sido inaugurada oficialmente, no obstante, abundaba en escaleras y columnas de mármol, en pérgolas y galerías que esperaban los últimos toques decorativos. Precisamente, sobre este tema giró la conversación que mantuvo el dueño de casa con sus invitados, mientras les ofrecía un delicioso vino digno de las viñas de la Grecia de Pericles. Copa en mano durante el ágape, Poseidón les contó que iba a requerir de nuevas obras de arte para sus aposentos y en voz alta pensaba en esculturas que representaran a las ninfas del mar y habló con entusiasmo acerca de oceánidas y nereidas, a quienes imaginaba blancas como la luna cuando se refleja en el mar.

No pasó una semana de este evento cuando una antigua alumna fracasada pidió retomar las clases de escultura. En esta oportunidad no hubo problemas por el precio de las clases y ante tan buena artista no hubo desaprobación ni crítica alguna, al contrario, fue elogiado por la esponja un novedoso y blanco material que la estrella dijo haber encontrado en Egipto. Al poco tiempo, la esponja estaba alabando una colección de oceánidas y nereidas, donde la alumna estaba a la altura de la maestra, quien esta vez le ofreció una suma de dinero por todo ese trabajo. Después de un tira y afloje, llegaron a un acuerdo respetable y cerraron trato. La esponja siguió con lo suyo y la estrella regresó a la danza y a los viajes olvidándose del tema.

Una mañana, mientras la estrella desayunaba revisando las exageraciones que publican los diarios, leyó en la primera página el copete de una noticia: Poseidón estafado y enfurecido. La nota en otra página daba el resto de los detalles. Le habían vendido al dios de los mares una serie de esculturas hechas de jabón blanco, las cuales al poco tiempo de adquiridas se habían comenzado a deshacer. El largo castigo que recibió la impostora hasta el día de hoy lo sigue cumpliendo. La esponja fue condenada por los siglos de los siglos a ser la esclava del jabón.

Moraleja: no te cuides de tu jabón, cuidate de tu esponja.

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