miércoles, 10 de junio de 2009

LA FOCA Y LA FARÁNDULA

A mis amigos que practican el periodismo gastronómico

Después de trabajar muchos años en el circo la foca ha abierto su propio restaurante y no es una improvisada, al menos ya tiene experiencia para entretener a la gente. En un negocio donde practicar el malabarismo es primordial, el pinnípedo se mueve como pez en el agua. Lo cierto es que ha sabido aprovechar sus naturales conocimientos, ha presentado una carta sólo con frutos de mar y rabas fritas. Su restaurante es tan humilde y sencillo que casi da pena, pero no nos equivoquemos, la foca está facturando y se está llenando de mosca. Tiene un salón para fumadores mucho más grande y más cómodo que el otro. Las mesas, para bajar costos, no tienen mantel y también está permitido que los comensales lleven sus propios tenedores y cuchillos, sus copas y servilletas, así no se les incluye en la cuenta un cargo adicional por cubierto o servicio de mesa. Los clientes y amigos de la casa que quieren hacer una reserva no tienen que llamar por teléfono ni enviar un mail, les alcanza con sólo enviar desde su casa las sillas que quieren ocupar. Dicho sea de paso, el restaurante dispone sólo de bancos lo que impide las confusiones con sillas propias y ajenas. Para evitar conflictos con clientes delicados, que siempre tienen problemas con la sal, con los acompañamientos y los puntos de cocción, está permitido que envíen, con la debida anticipación, a su personal de cocina y comedor, quienes ya conocen todas sus mañas. Además, pueden enviar sus propias flores, velas y otros adornos para la mesa, como también sus entradas y sus postres favoritos. Casi todos los envíos al restaurante están permitidos, siempre y cuando sean hechos con antelación; no se permiten los envíos del rubro bebidas, ya que la mayor parte de las ganancias del negocio se obtienen con la venta de vinos, licores, aguas minerales, café, té y otras yerbas. Sabiendo que la plata llama a la plata y que el público trae más público, el lugar tiene dos clases de clientes, los de verdad y los de mentira; por lo tanto, en estos tiempos de crisis el lugar siempre está colmado. En la medida que quiere entrar más gente a comer, se levantan de su mesa los que están de relleno. Los fines de semana se esconden las promociones y el Menú Ejecutivo y se atiende con el sistema de autoservicio y sólo con los clientes de verdad. También, los sábados y domingos se mueven los precios utilizando los mismos números, por ejemplo, lo que durante la semana cuesta 12, pasa a costar 21. La foca, valiéndose de algún escándalo o de esa vieja norma: La casa se reserva el derecho de admisión y permanencia, ha sabido imponer un riguroso sistema selectivo de ingreso y egreso. Sólo porque el respetable público es incauto, terco y porfiado, cuanto más difícil resulta entrar a un lugar, mayor éxito tiene. Como el restaurante de la foca está llamado a los ruidos de la fama, un riguroso servicio de vigilancia no permite la entrada a vendedores ambulantes, floristas, fotógrafos, carteristas y mendigos. Como sus principales clientes son artistas, es decir, personajes de la farándula, el restaurante no trabaja con tarjetas de crédito. Eso sí, en “MERL U. S. A.” que así se llama el restaurante de la foca, se aceptan euros, dólares estadounidenses y también, dólares de impresión local, que se tomaban a un precio mucho menor que el estipulado por el Banco Central. Dicho sea de paso, por estar demasiado dolarizada, el día menos pensado la foca desapareció y su negocio también. La fauna marítima culpa de la desaparición de la foca a ciertos personajes del gobierno. Aunque muchos tienen esperanzas de que algún día reaparezca, otros opinan lo contrario y aseguran que la foca no aparecerá nunca más porque hace rato que ya la hicieron cartera.

Moraleja: la vergüenza que no se vende, al otro día se la puede servir con orgullo.












A Luisa González Urquiza y
a su hija Milagros Brascó, que ha venido
a este mundo con genes gastronómicos por ambos lados.
El gallo cantor y los gansos punitivos

Todos los días a las cinco de la mañana el gallo cantor despertaba a toda la granja con frenética puntualidad. La fauna, dormilona y enojada, convocó a una asamblea con piquete y corte, acto al cual fueron invitados todos los animales, menos el despertador involuntario que los urgía a encontrar una solución. El consejo regional de esa junta agropecuaria, reunido en una mesa de enlace, determinó dos medidas a tomar. La primera, serían los gansos quienes le pedirían al gallo que no cantara más; y la segunda, si seguía despertando a todo el mundo como de costumbre, terminar con la opereta liquidando al tenor. Fueron inteligentes los animales con esta designación, ya que los gansos no sólo son bulliciosos sino bastante agresivos, violencia que está permitida desde que un granjero austriaco llamado Konrad Lorenz le dedicó muchos años a la etología. Así se llama la distracción de observar las costumbres y el comportamiento de los gansos. El granjero llegó a esta conclusión: ningún ganso es culpable de su mala conducta. Esta novedad fue publicada bajo el título “La agresión, ese pretendido mal”. Por esta y otras anotaciones, Konrad Lorenz en 1973 se ganó el premio mayor de la lotería sueca; lotería fundada por Alfred Nobel y legalmente autorizada.

Avisado el gallo que tenía que terminar con su cantata del amanecer, los gansos, con aire autoritario, se retiraron al rincón de su soberbia. Lo que había escuchado el gallináceo lírico había sido algo más que un aviso, había recibido una velada amenaza: "Estimado gallo, queda usted notificado que en esta granja se ha conformado una especie de Ku Klux Klan, es decir, una sociedad secreta que ejercerá todo su poder contra la igualdad de derechos de los gallos cantores; por ende, avíseles a todos sus colegas de granjas vecinas que si quieren cantar, lo pueden hacer cerca del medio día." A la mañana siguiente, con mayor fuerza y razón, todos los gallos cantaron a los cuatro vientos la persecución declarada. Con esta avanzada gremial los gansos se pusieron tan nerviosos que se atacaron entre ellos y tuvieron que consultar a un cisne psicólogo, quien como terapia de grupo los mandó de paseo. Evidentemente, era un profesional de la escuela lacaniana. Fue así como los gansos partieron de su granja -que estaba más o menos limpia- y no pararon hasta llegar a un basural. Un basural post-freudiano, diría el mismísimo Lacan. El ganso tesorero, al final del recorrido entre la mugre, graznaba diciendo que el pago de la consulta había sido plata tirada a la basura. Otro ganso graznó eufórico, en el progresivo basural había encontrado media página de un diario. “¿Cuál es el motivo de tu euforia lingüística?” preguntó el histérico tesorero de los gansos. “¡Pues, aquí está la solución!” respondía mostrándole un pedazo del suplemento de cocina de un diario dominical. El tesorero se puso los lentes y leyó:

Receta del Coq Au Vin.

"¡Muy bien!, ¡por fin!” exclamaban los gansos al comprender el valor de la información encontrada y ahí no más limpiaron y recortaron los restos del periódico para llevarlo a la granja. Seguro que el agricultor se iba a entusiasmar con la gastronomía, esa delicada mezcla de ciencia eterna con arte efímero que inventaron los franceses y que con el tiempo se transformaría en un vulgar comercio, negocio apto para todo tipo de audaces -con preeminencia de rufianes- que tuvieran ganas de lucrar con el apetito de los poderosos y la debilidad de los hambrientos.
La receta sedujo al granjero y dispuso que la ciencia y el arte estuvieran al servicio de su mesa. Llamó a su mujer y luego de leerle en voz alta la lista de los ingredientes, se repartieron las tareas para cocinar el gallo al vino. Ella iría a la huerta para recolectar las hortalizas indispensables, mientras el iría por la presa principal. Cuando el emplumado cantante vio venir al nuevo gourmet con un reluciente cuchillo, se subió a la parte más alta de un árbol haciendo un flor de escándalo. En flamante e improvisado Gato Dumas que ya había puesto a funcionar paladar y saliva imaginando el delicioso plato, retrocedió y se dirigió al galpón de las herramientas. Luego, apareció con una escopeta y apretó el gatillo. Detrás del cañonazo cayó ruidosamente el gallo, quien ya desplumado y limpio de municiones fue cocinado a fuego lento con toda clase de verduras en un vino borgoña de costo más que prudente. El producto del arte culinario resultó exquisito y el patrón premió a los gansos punitivos con todas las migas y sobras del manjar. Durante la sobremesa, en un clima de paz digestiva y provechosa, el granjero le prometió a su mujer que compraría cada domingo ese diario que revelaba los secretos de tanta felicidad.
Por otro lado, el impune periodismo de cebollas y sartenes, que siguió entregando una dosis semanal de peligrosa información, causó un estrago de lágrimas y quejidos en los hogares de lechones y terneras, como también provocó un verdadero drama de huérfanos en la familia de los faisanes. Y ni que hablar de la tragedia de plumas que se armó ese fin de semana cuando salió publicada la receta del foie gras. Los granjeros prepararon el paté con los hígados de todos los gansos, cuyas plumas desde distintas almohadas y edredones cada tanto se escapan sólo para contar aquel revuelo.

Moraleja: ojo con Lacan y ojo con tirar los diarios a la basura, más de alguien puede morir.




















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El huemul y la hiena

Ya se sabe, el huemul representa el bien y la hiena, el mal. Según una leyenda, nuestro ciervo patagónico fue un niño abandonado que bajó del cielo; la que ríe, una niña que abandonada que subió desde el infierno. No obstante, hay que tener cuidado con las leyendas y otras suposiciones categóricas. Bajo una mirada más profunda, el huemul bien podría ser una delicada representación de la muerte y la hiena, una perceptible idea de la vida. Si esto fuera cierto, el dulce cervatillo y la amarga carnicera aún pueden ser grandes amigos porque tienen más cosas en común que las que podrían tener individuos de otras especies. Mientras ésta se alimenta de carroña y aquél es vegetariano, sus presencias nunca van a coincidir en un circo porque ambos gozan de un respeto que otros no han alcanzado. Y lo que es más curioso, ambos están en la tierra para ser símbolos metafísicos para el hombre, no para ellos que se desconocen o tratan de pasar desapercibidos. Sólo por un instante, supongamos que la hiena representa al amor y el huemul, al desamor. Acaso ellos por algún instinto lo intuyen; nosotros ahora estamos en eso.

Moraleja: en el teatro de la naturaleza unos actúan y otros pagan la entrada.















LOS INCOVENIENTES DE LA IGUANA

La iguana creía que no era importante porque no había heredado muebles, inmuebles ni negocios. Las limitaciones económicas la consumían de tristeza, en lugar de descubrir algunas pequeñas alegrías, como el hecho de no tener que pagar altos impuestos o despreocuparse de los ladrones. Padecía de todos los inconvenientes de la pobreza y no disfrutaba de sus beneficios, que no son pocos. Por ejemplo, estar eximida del pedido de favores, de contribuciones, donaciones, limosnas y testamentos. No se daba cuenta de lo terrible que es manejar dinero en cantidades industriales. Una considerable fortuna, aparte de quitar el sueño y engordar el alma, obliga a demasiadas cosas. He aquí una rápida lista:
- A perder tiempo en las tiendas, en los aeropuertos, en las aduanas y encima, a quedar mal con los regalos.
- A escuchar personalmente o por teléfono, conversaciones intrascendentes plagadas de lugares comunes, cuyo tema más elevado puede ser el cielo, no el del Más Allá, sino el cielo del servicio meteorológico.
- A tener que visitar a la ópera para demostrar buen oído, a visitar y ayudar a los museos para demostrar buen ojo, a visitar y ayudar a los restaurantes para demostrar buen gusto, a visitar y ayudar a los hospitales para demostrar buena salud, en fin, a asistir a ceremonias diplomáticas, religiosas y deportivas, a comparecer en algunos diarios en las páginas sociales y algunas veces, en las necrológicas.
- A postergar la correspondencia por tener que lidiar con administradores fraudulentos, contadores veloces, abogados delincuentes, escribanos audaces, cirujanos tramposos, dentistas locos, peluqueros temerarios, joyeros sinvergüenzas, modistos perversos y sirvientes malvados.
- A tener que vivir atado a una agenda que recuerda los compromisos pendientes, dejando poco tiempo y espacio para los capítulos amatorios y mucho, para los episodios desagradables, como los del rubro de la politiquería que exigen todo el tiempo un abrir de billeteras para que las cosas funcionen mejor, sino para que funcionen.
-En una casa con demasiado dinero no entra la ciencia ni la paciencia, y si entra por equivocación, es para problemas.

La iguana, sin embargo, de algún modo anhelaba la nostalgia de una riqueza extinguida. Mientras tanto, no sabía si tenía pocas amigas lagartijas por lo que no tenía o por lo que no era. Como nuestra iguana no tuvo descendencia, se propuso se hija de sí misma y mejorar sus propios recuerdos. Aunque sus carencias materiales eran evidentes, con los años comprendió que los millones de una herencia no tienen un centavo de piedad, esto le sirvió para disimular su disgusto de ser pobre. Lo disimuló tan bien, que llegó a tener el encanto de las iguanas modestas que nacen y mueren finas.

Es preciso acotar aquí, antes que termine esta fábula melancólica, que la iguana vivía en un terreno baldío que estaba al lado de un palacete donde vivía a todo trapo una garza millonaria y grosera. Más de una vez la iguana la divisó en una terraza a través de los jardines, algunas veces antes y otras veces después de una orgía. Esta vecina ricachona vivía a ostras y a caviar. Más de una vez también la oyó ordenar que descorcharan más champagne francés para sus invitados que tomaban directamente de la botella, envase que luego revoleaban hacia el terreno baldío donde ella sobrevivía. La iguana, acaso por un placer estético, juntaba las botellas y las iba arrimando verticalmente a la muralla como si quisiera formar un zócalo de vidrio. Y así fue que las botellas juntaron agua de lluvia, lo que le permitió a la iguana durante la gran sequía, que no dejó a nadie con vida, no morir de sed sino de vieja.

Moraleja: si encuentras una botella vacía, llénala, tápala y espera.













La jirafa y el jaguar

La jirafa y el jaguar eran vecinos de jaula en el Zoo y todos los jueves con los jóvenes y sus jeringas se pegaban un julepe. Juntos tenían que hacer algo. ¿Escapar? Jamás, ya les habían sacado el jugo en un circo jocoso. Entonces juraron hacerse los muertos. Durante toda una jornada no respiraron y se cayeron. ¡Júpiter! gritó Juan José, director del Zoo y exclamó: -Este jaleo sí que me joroba. ¿Una peste? ¿Un animalicidio? Cuando vino el juez, que era un jovato con enjundia, junó el jodido problema y convocó con carácter de urgente a una junta de veterinarios, no para que emitieran un juicio sino para salvar a esas dos joyas. Los vete se jugaron y con respiración artificial los muertos terminaron con su joda. Después de cobrar su jornal, aconsejaron al dire de esa jungla que debía trasladar a la jirafa y al jaguar a un zoológico cerca de Luján. Allí, el jaguar jodón y la jovial jirafa, todavía andan sueltos respirando por los jardines donde a la sombra de un jacarandá ven la luz unos jacintos.

Moraleja: en un zoológico no hay Infierno ni hay Cielo, sólo hay un horario de apertura y una hora de cierre, que es la hora del Paraíso.











El kiwi y la kultura

Estaba el kiwi buscando enriquecer su cultura. Gracias a las exportaciones y al notable aumento del precio de los commodities, el kiwi estaba pelechando y se había empezado a codear con animales de las más altas jerarquías. Se propuso buscar un profesor, cual monsieur Jordan lo encuentra en esa obra de Molière titulada Un burgués gentilhombre. Fue así como el kiwi se puso en contacto con un mono profesor que cobraba sus clases de cultura con bananas.
La primera pregunta del maestro hacia el posible alumno sorprendió al ave de Nueva Zelandia.
-¿Sabes respirar?

El kiwi sin decir una palabra respiró y luego, aseguró: -Seguro, el que no respira se muere. A lo que el mono acotó: -Estás equivocado, el que no sabe respirar se va muriendo lentamente.-
Era evidente que el tema cultura era mucho más complejo de lo que él había pensado y lentamente se puso a respirar cuidadosamente. Ahora que le estaba yendo bien en la vida no tenía la menor gana de morir, sí tenía ganas de salir corriendo y buscar a otro profesor menos complicado.

- No entiendo, pero por las dudas, aquí tiene una banana por esta clase.-

- Segundo error, aprender a respirar cuesta media docena de bananas.-

Cada vez la cara del mono profesor le gustaba menos y para salir del trance pensó en algún término rebuscado y se acordó del verbo suponer. Entonces le dijo al primate:

-Yo suponía que una clase de cultura costaba una banana, pero mañana vuelvo y le traigo más.

- Primero pregunta y luego, supones.- Fue la seca acotación del profesor quien después de repartir ese sermón y otros más, dio por terminada la primera clase. Al otro día el ave regresó con seis bananas, no fuera a ser cierto que por respirar mal se lo llevara la muerte. En la segunda clase el kiwi comprendió el tema de la respiración. Al respirar correctamente los invisibles microbios quedan atrapados en el trayecto y los que se mueren son los microbios. Respirando mal y por el pico, pasan cualquier cantidad de gérmenes patógenos que va a infectar todo el cuerpo. El tema de la respiración se volvió interesante. Como tarea para el hogar, el mono lo mandó a respirar 30 veces por los orificios nasales. Agradecido el kiwi al tercer día apareció con más bananas, la clase estaría dedicada a la cultura de comer.

Moraleja: la educación es la fruta, la cultura es la semilla; las dos llevan tiempo, las dos piden tierra.

1 comentario:

Gonzalo dijo...

Mi animal preferido es la hiena. Me gusta, no solo porque es linda de ver, tiene colores agradables y es bastante grande, sino también por su risa. Me da mucha simpatía este hecho, es como que es una animal del cual uno podría ser amigo. Poco agregaron hienas al zoológico de Lujan y las fui a ver apenas me enteré. Las filmé mientras yo le contaba un chiste y después su risa. Nunca te fallan! JAJAJA